Traducción de Fabián Alzamora
CAPÍTULO 1
La crítica histórica no ocurre como un hecho aislado en la civilización o literatura de ningún pueblo. Él es parte de aquel complejo trabajo hacia la libertad- la cual puede ser descrita como la revuelta contra la autoridad. Esta no es más que una faceta de aquel espíritu especulativo de una innovación, el cual, en la esfera de la acción, produce democracia y revolución; y en la del pensamiento, es el padre de la filosofía y las ciencias naturales; asimismo, su importancia como factor del progreso se basa no tanto en los resultados que logra como en el tono de pensamiento que representa, y como en el método por el cual trabaja.A pesar de ser el resultado de fuerzas esencialmente revolucionarias, no se encuentra en el mundo antiguo, ni entre los despotismos materiales de Asia, ni en la civilización estacionaria de Egipto: los cilindros de arcilla de Asiria y Babilonia y los jeroglíficos de las pirámides no forman solo la historia, sino, el material de la misma.
Los anales chinos, que ascienden como lo hacen con la bárbara vida forestal de la nación, están marcados con una sobriedad de juicio, una libertad de la invención, que casi no tiene semejante en los escritos de ningún pueblo; sin embargo, el espíritu protector que los caracteriza resultó ser fatal para su literatura como para su comercio. la crítica libre es tan desconocida como el libre comercio. Por otro lado, en cuanto a los hindúes, su mente aguda, analítica y lógica se dirige más hacia la gramática, criticismo y filosofía que hacia la historia o cronología. De hecho, en la historia, su imaginación parece haberse desbordado: la leyenda y el hecho están tan indisolublemente mezclados que cualquier intento de separarlos parece en vano. Si exceptuamos la identificación del griego Sandracottus con el indio Chandragupta, no tendríamos ninguna pista con la cual podamos probar la veracidad de sus escrituras o con la cual podamos examinar su método de investigación.
Es entre la rama helénica de la raza indogermánica donde esa historia es encontrada (así como el espíritu de la crítica histórico), en aquel vástago de los arios primitivos, a quienes llamamos por el nombre de «griegos» y, a quienes, tal como bien se ha dicho, debemos todos esos movimientos en el mundo a exceptuar de las ciegas fuerzas de la naturaleza.
Desde el día en que abandonaron las frías mesetas del Tíbet y viajaron como nómadas hasta las costas del mar Egeo, la característica de su naturaleza ha sido la búsqueda de la luz. El espíritu dla crítica histórico es parte de aquella Aufklarung o Iluminación del intelecto, la cual parece haber irrumpido en la raza griega como un gran torrente de luz sobre el sexto siglo A.C.
L'esprit d’un siecle ne nait pas et ne meurt pas ejour fixe, y el primer crítico es quizás tan complicado de descubrir como el primer hombre. El espíritu crítico toma prestada de la democracia su intolerancia a la autoridad dogmática; de las ciencias naturales, las seductoras analogías de la ley y el orden; y de la filosofía, la concepción de una unidad esencial subyacente a las complejas manifestaciones de los fenómenos. Aparece más como una cambiada actitud de la mente que como un principio de investigación, y sus prematuras influencias son encontradas en los textos sagrados.
Porque los hombres dudan primero en cuestiones de religión, y luego en temas de interés más secular, y en cuanto a la naturaleza del espíritu del propio criticismo histórico en su último desarrollo, no se reduce simplemente al método empírico de determinar si un evento ocurre o no, sino que concierne también a la investigación de las causas de los eventos, las relaciones generales que los fenómenos de la vida mantienen entre sí y, en su último desarrollo, pasa a la cuestión más vasta de la filosofía de la historia.
Ahora bien, a pesar de que los trabajos dla crítica histórica en estos dos ámbitos de la historia sagrada y no inspirada son esencialmente manifestaciones del mismo espíritu; son sus métodos tan diferentes, los cánones de evidencia tan enteramente separados, y los motivos en cada caso tan desconectados, que sería necesario considerar esas dos cuestiones enteramente por separado una de la otra para conseguir una estimación clara del progreso del pensamiento griego. En ambos casos yo debería tomar la sucesión de escritores en su orden cronológico como representación del orden racional (no es que la sucesión del tiempo sea siempre la de las ideas, o que la dialéctica se mueva en la línea recta en la cual Hegel concibe su avance). En el pensamiento griego, como en cualquier lugar, hay periodos de estancamiento y aparente retrogresión, pero en su desarrollo intelectual (no solo en la cuestión de la crítica histórica, sino en su arte, su poesía y su filosofía) parece tan esencialmente normal, tan libre de todas las influencias externas perturbadoras, tan peculiarmente racional que, al seguir los pasos del tiempo, estaremos realmente progresando en el orden aprobado por la razón.
CAPÍTULO 2
Los griegos alcanzaron ese punto crítico en la historia de cada nación civilizada a una etapa temprana de su desarrollo intelectual, cuando la especulación invade el dominio de la verdad revelada, cuando las ideas espirituales de la gente no pueden continuar siendo satisfechas por las bajas y materiales concepciones de sus escritores inspirados, y cuando a los hombres les resulta imposible verter el vino nuevo del pensamiento libre en las viejas botellas de un credo estrecho y trabado.
De sus ancestros arios han recibido el legado fatal de una mitología manchada de monstruosas e inmorales historias que se esforzaba por esconder el orden racional de la naturaleza en un caos de milagros, y en estropear la perfección de la naturaleza de Dios por la maldad imputada- una misma camisa de Neso, en la cual el Heracles del racionalismo escapó a penas de la aniquilación. Ahora bien, aunque indudablemente las especulaciones de Tales y las seductoras analogías de la ley y el orden ofrecidas por las ciencias naturales fueron las fuerzas más importantes para favorecer al auge del espíritu escéptico, fue en su aspecto ético en el que la mitología griega estuvo más expuesta al ataque.
Es difícil retirar la creencia popular en los milagros, pero ningún hombre admitiría el pecado y la inmoralidad como atributos del ideal que adora. Así, los primeros síntomas de un nuevo orden de pensamiento se muestran en los llantos pasionales de Jenófanes y Heráclito en contra de las cosas malas dichas por Homero sobre los hijos de Dios; y en la historia que se cuenta de Pitágoras (el cómo él vio torturados en el Infierno a los «descubridores de la teología griega»), podemos reconocer el auge de la Aufklarung tan claro como vemos la Reformación prefigurada al Inferno de Dante.
Cualquier creencia honesta, pues, en la plena verdad de estas historias, sucumbió pronto a los efectos destructivos del criticismo ético a priori de esta escuela; pero la fiesta ortodoxa, como es su costumbre, encontró inmediatamente un conveniente bunker sobre la égida de la doctrina de las metáforas y significados ocultos.
Para esta escuela alegórica, la aventura de la pelea alrededor de las paredes de Troya fue un misterio, tras el cual, como tras un velo, estaban escondidas ciertas verdades físicas y morales. La lucha entre Atenea y Ares era esa eterna pelea entre el pensamiento racional y la fuerza bruta de la ignorancia; las flechas que vibraban en el carcaj del Far Darter no fueron más los instrumentos de venganza disparados por la ballesta dorada del hijo de Dios, sino los rayos comunes del sol, que en sí mismos no eran nada más que una mera masa inerte de metal ardiente.
La investigación moderna, con la crueldad del análisis filisteo, ha acabado por reducir a Helena de Troya a un símbolo del alba. También había filisteos entre los griegos que veían en la [texto griego que no puede ser reproducido] una simple metáfora del poder atmosférico.
Aunque esta tendencia a buscar las metáforas y significados escondidos deben clasificarse como uno de los gérmenes dla crítica histórica, permanecía esencialmente acientífica. Su inherente debilidad es claramente señalada por Platón, quien mostró que, aunque esta teoría explicaría sin duda alguna muchas de las leyendas actuales; sin embargo, si se ha de apelar a ella en absoluto, debe ser como un principio universal; una posición que él no está en lo absoluto dispuesto a admitir.
Tal como muchos otros grandes principios, sufrió a causa de sus discípulos, y proveyó su propia refutación cuando la red de Penélope fue analizada en una metáfora de las reglas de la lógica formal; la urdimbre representando las premisas; la trama, la conclusión.
Rechazando, pues, la interpretación alegórica de los escritos sagrados como un método esencialmente peligroso, probando demasiado o muy poco, el propio Platón vuelve al primer modo de ataque, y reescribe la historia con un propósito didáctico, estableciendo ciertos cánones éticos de la crítica histórica. Dios es bueno; Dios es justo; Dios es verdadero; Dios no posee las pasiones comunes de los hombres. Estas son las pruebas a las cuales debemos someter las historias de la religión griega.
«Dios no predestina a los hombres a la ruina, ni envía la destrucción a ciudades inocentes; Él nunca camina por la tierra con un disfraz extraño, ni tiene que guardar luto por la muerte de ningún hijo bien amado. ¡Fuera las lágrimas de Sarpedón, el sueño mentiroso enviado a Agamenón y la historia del pacto roto!» (Platón, La república, Libro II. 380; III. 388, 391.)
Cánones éticos similares son aplicados a los relatos de los héroes de antaño. Y por los mismos principios a priori; en un pasaje el cual puede recitarse como el primer ejemplo de aquel “blanqueamiento de los hombres”; tal como ha sido llamado; el cual es bastante popular en nuestros días; Aquiles es rescatado de las cargas de avaricia e insolencia cuando Catilina y Clodio son representados como honestos y previsores políticos, cuando eine edle und gute natur es reivindicado para Tiberio, y cuando Nerón es rescatado de su herencia de infamia como un dilettante consumado, cuyas aberraciones morales son más que excusadas por su exquisito sentido artístico y voz de tenor encantadora.
Pero además del principio alegórico de la interpretación, y de la reconstrucción ética de la historia, había una tercera teoría. Esta puede llamarse la teoría «semihistórica», y recibe el nombre de Evémero, aunque él no fue en absoluto el primero en proponerla.
Apelando a un monumento ficticio que Evémero declaró haber descubierto en la isla de Pancaya, y que pretendía ser una columna erigida por Zeus, y detallando los incidentes de su reinado en la tierra, este superficial pensador intentó mostrar que los dioses y héroes de la Grecia antigua fueron “meramente ordinarios mortales, cuyos logros habían sido muy exagerados y tergiversados”; y que el canon apropiado de la crítica histórica respecto al tratamiento de los mitos era racionalizar lo increíble y presentar el residuo plausible como verdad actual.