19 julio 2009

Crónicas urbanas - El clandestino

>>Por: Richard Chávez<<
Colaboración especial para OTRAS VOCES
Publicado en www.richardchavez.blogspot.com y en Diario Correo.
______________________________________________

A la 1 de la madrugada el mercado modelo está lleno de camiones con mercadería, de cargador es que llevan en sus espaldas inmensos sacos con verduras, de señoras con mandiles anunciando la venta de sus patitas de pollo, de guardianes durmiendo entre los bultos, de noctámbulos jugando al casino y fumando unos cigarritos, pero por ningún lado se asoma ese peligro que tanto se comenta.

Mientras mi compañero va alistando la Canon unos serenos nos advierten: “cuidado con tu cámara, no falta un pirañita faltoso”. Gracias, pero precisamente hemos venido para entrevistar a un hijo de la calle, a un prohibido por la ley, a uno de aquellos que salen en las portadas de los diarios con la cabeza gacha escondiendo un nombre falso detrás de un alias, sometido ante los brazos de dos policías que lo culpan de haber arrebatado un celular o la cartera a alguna distraída señora.

Caminamos entre el laberinto de galerías artesanales con mucho cuidado, no por las advertencias, sino para evitar caer en una laguna negra. Llegamos a la zona de los comideros y a lo lejos divisamos que encima de unos bultos hay un niño durmiendo envuelto en sí mismo. Nos acercamos. El “Bad Boys” de la parte de atrás de su polo lo maquilla de pirañita. Lo despertamos, y a pesar de que no le hemos sacado cita nos da la mano. Balbucea palabras indescifrables. Está fumado, advierte mi compañero llevándose dos dedos a la boca. Pero el niño tiene la intención de comunicarse y lo hace por señas, le entendemos. Concluimos que no está drogado, no es como nos lo han pintado. Por un momento desatiendo sus palabras y me pongo a contemplar su dormitorio: la cama, una madera; el cubrecama, una caja de leche gloria; y por la forma en que lo encontramos, sus brazos, hacían las veces de almohadas.

El pequeño después de varios intentos logra decirnos su nombre: Alex Mamán Pérez. Con esos cartones ha idealizado el calor que sus padres le dieron hasta los dos años de edad. Desde esos cortos años vivió en un hogar para huérfanos. Pero a los siete años escapó de ahí, luego de aburrirse de la ley de la lluvia, ahí donde todos se mojan: “si alguien robaba a todos les caía golpe, nos daban duro en los pies”. A partir de ahí se entregó a la calle y pasó a ser un “clandestino”. A pesar de ser natural de “la frontera” se adaptó a Trujillo, la ciudad de un país desconocido a donde nunca supo como llegó.

Siempre ha dormido en la calle, en donde el frío ha hecho de las suyas, provocándole una enfermedad a los huesos. “Puedo darle vuelta a mis brazos como si fuera un tornillo; soy el hombre de goma”, dice mostrando su arqueada extremidad. Desconoce que padece de osteogénesis imperfecta, enfermedad conocida como “los huesos de cristal”; escasez de colágeno que causa fragilidad y debilidad a los huesos. De pronto nos sorprende diciendo que su edad es dieciocho, pero es tarde, ya nos hemos acostumbrado a tratar a un niño de trece, como si hubiera sabido que llegábamos y hubiera practicado para sorprendernos con su ternura.

Almuerza gracias a sus tradicionales “batidas” que consiste en reunir lo regalado por las vendedoras del mercado. Por la tarde, en la Gullman, limpiará las lunas de los carros, así habrá calmado las ganas que un día tuvo de limpiar su ciudad cuando soñó ser abogado. Por las noches, en los comideros, recogerá los desperdicios de la gente, pero hoy será distinto pues el señor Héctor Córdova le invita a sentarse a su mesa para degustar un plato de comida. Mientras sus ojos se dilatan por la rudeza que Arnold Schwarzenegger muestra en el televisor, nos pregunta si nos gustan las películas de terror. Su intención es notoria y enseguida nos cuenta que cada vez que visita Ayabaca compra dividís con traducción al español, pues en el hogar nada hicieron para resguardarle contra el analfabetismo. Son las cabinas de Internet las mejores butacas para disfrutar de Saw, El Aro, El duende maldito, La Llorona, como si el maldito terror solo fuera parte de la ficción del séptimo arte.

La calle le ha puesto en bandeja diferentes tipos de drogas: la adictiva pasta básica, la alucinógena marihuana que hoy inmortaliza con un tatuaje en su hombro y harto terokal para calmar el hambre. Pero esa madre también le ha enseñado a protegerse, por eso lleva entre sus herramientas de defensa personal un desentornillador, por si alguien quiere robarle el dinero que está reuniendo para comprar hilos y lanas con los que se dedicará a la confección de pulseras, adornos para el cabello y otros accesorios de bisutería artesanal. Lleva un pequeño cuchillo, que huele a mar, con el que desescama el pescado que luego preparará con tan solo un limón.

La llegada del amanecer nos separa de su mundo, él se entregará al frío que a lengüetazos lo hará suyo. Nos da la mano, y mientras sonríe en esa realidad oscura se va acostando en la madera. Y como si cerrara las cortinas de su hogar se va metiendo dentro de su polo, otra vez para parecerse a una tortuga. Sus ásperas rodillas se convierten ahora en sus almohadas. Y mientras su estómago, a mano abierta, charlará toda la madrugada, y los gatos arrullaran sus sueños, el clandestino cerrará los ojos para soñar una ficción, también oscura, como la de las películas de terror que a él tanto le gusta ver.

Regresamos varias madrugadas pero Alex ya no estaba, seguramente había hecho de alguna vereda, un bulto o una esquina su nuevo aposento clandestino.

                                      • Edición: Mgtr. Susana Terrones Juárez – UDEP.
                                      • Fotografía: Cote Arbaiza.

                                      10 julio 2009

                                      Entrevista a Martín Roldán Ruiz. A propósito de la aparición de su segundo libro ''Este amor no es para cobardes''.

                                      >>Por: Armando Alzamora<<
                                      El próximo 31 de julio en el marco de la Feria Internacional del Libro 2009 se presentará el segundo libro de Martín Roldán Ruiz, Este amor no es para cobardes, un conjunto de relatos que gira en torno al tema de la violencia en el fútbol. El autor me concedió gentilmente esta entrevista en donde conversamos, a propósito de su publicación y del clásico que se nos viene, de dos pasiones que compartimos: la literatura y el fútbol. ¿Quién dijo que estos temas no eran conciliables?
                                      ___________________________________________

                                      AA: Martín, tengo la certeza de que tu obra, empezando por Generación cochebomba y ahora con la aparición de Este amor no es para cobardes, marca una especie de hilo vivencial en el que quedan manifiestas tus dos grandes pasiones, es decir, el rock subterráneo y el fútbol, respectivamente. Debo admitir además que tu acercamiento con ambas expresiones de nuestra cultura es muy estrecho, a ultranza te diría, bastante sincero. Me gustaría que nos dijeras ¿cómo sientes el traspaso de esas vivencias al plano de la ficción?

                                      MRR: Sí, de hecho algo que es característico en mi persona es el apasionamiento, por todo lo que hago, hasta en las cosas más simples. Y eso viene desde niño. Pues bien, ya de adolescente cuando participé de la mancha subterránea lo viví de manera tan intensa que me permitió escribir Generación cochebomba. Ahora, paralelo a esto, y como todo niño urbano, siempre me gustó ir al estadio con los amigos del barrio. Desde muy pequeños íbamos a los famosos dobletes o tripletes para ir a ver a Alianza, a pesar de que vivíamos en Breña. A veces no teníamos para la entrada pero rogábamos a una persona mayor para que nos haga entrar, en esos tiempos cuando aún dejaban entrar a un niño con una persona mayor al estadio. Esa afición que luego se convirtió en militancia, hasta ahora, es el material que me ha permitido escribir lo cuentos de Este amor no es para cobardes, que se basan en la violencia alrededor de los hinchas de fútbol. Pero, ojo, no son cuentos de fútbol, más bien en el contexto que rodea a este espectáculo deportivo, trato temas humanos como la marginación, la alienación, los conflictos sociales, enmarcados en el plano de la violencia urbana.
                                      En cuanto a cómo me siento escribiendo estas vivencias. Es bacán plasmar algo que has vivido, de cerca o no, y forjar una obra que va a identificar a las personas que lo lean. Pero, siempre tratando de expresarlo de la manera más honesta y sincera. Yo tenía la necesidad de expresar ciertos aspectos de la realidad que ya tocaba en mi novela Generación cochebomba, pero obvio que tenía que ser desde otra perspectiva, desde otra óptica, y pude darme cuenta de que dentro de una barra, en la cual participo, se veían plasmados. Así que en el 2004 más o menos empiezo el primer cuento y así sucesivamente hasta acabar los siete que lo conforman.
                                      AA: Respecto a esto último, cuéntanos algunos detalles sobre el proceso de escritura y edición de esta nueva publicación que se presentará, según tengo entendido, el 31 de julio en la FIL...

                                      MRR: En el 2004 fue que me propuse escribir cuentos sobre la barra. Estaba llevando el taller de narrativa de la San Marcos, y deseaba sacar provecho de lo que estaba aprendiendo. En ese taller presenté el cuento ¿Quiénes son los culpables? –en el libro se titula simplemente Culpables– y recuerdo que obtuvo la máxima nota. De allí en los siguientes talleres, presenté dos cuentos más sobre la misma temática. Recuerdo que el profesor Antonio Gálvez Ronceros, me preguntó si pensaba escribir un libro de cuentos sobre este tema, a lo que respondí que ésa era mi intención. Me dijo que estaba muy bien eso, porque esos cuentos fueron bien recibidos, incluso desató una conversa sobre fútbol con él, que es hincha del Municipal. Recuerdo que nos narró un gol del sudamericano del 53 en Lima, con el que Perú le ganó a Brasil. Era un privilegio escuchar cómo narraba la jugada, el pase, el remate y la celebración. Ya se imaginarán, no había televisión, y los hinchas grababan en su retina las jugadas memorables. Otro que me alentó por seguir escribiendo ese tipo de cuentos fue el profesor del taller Jorge Valenzuela. A los dos realmente le estoy bastante agradecido, porque me aceptaron como alumno libre y porque aprendí bastante con ellos, sobre todo los cuentos de este libro.
                                      Posteriormente hubo un bajón, no podía escribir nada, como que ciertos acontecimientos limitaron mi imaginación y mis ganas. Hasta que conocí a una persona bastante especial, cuya cercanía me dio esa paz y esa tranquilidad necesaria para poder escribir los cuatro cuentos restantes de Este amor no es para cobardes y otros que tengo para otro tipo de libro. Por esos momentos junto a ella, es que se lo dedico. Entonces con los cuentos necesarios, era menester publicarlo. Yo había sacado Generación cochebomba de manera independiente, y estaba recogiendo los frutos de las ventas por partes, lo cual no me permitía sacarlo de la misma forma. Pero tuve la suerte de ir a la presentación de El mundo sin Xotchil de Miguel Gutiérrez y me encontré con Gabriel Ruiz Ortega, a quien había conocido recientemente. Con él estaba un amigo suyo que al final resultó ser editor de Norma, David Abanto. Conversando con ellos pregunté, sin saber que David lo era, cómo podía hacer llegar un manuscrito a un editor. Es allí que David me dice que es editor de Norma. Pues bien le expliqué de qué trataban los cuentos. Sin ningún compromiso me dijo que se los hiciera llegar. Bueno, al tiempo le entregué los cuentos y después de unos días me escribe diciendo que le gustaron, y que lo iba a proponer a la editorial. De allí ya todo ha pasado tan rápido que estamos a pocos días de la presentación.
                                      AA: Hace dos años tuvimos la ocasión de publicar un cuento tuyo en la desaparecida revista de narrativa Otras voces. Recuerdo que entonces lo que me sorprendió de tu prosa fue el ágil dominio del lenguaje propio de las barras. Ya como algo personal, te cuento que durante tres años fui integrante de la Trinchera Norte, así que conozco bien los códigos y jergas que se emplean en dicho contexto. Por ello y por mi vocación literaria, admito que es una labor harto compleja trasladar este lenguaje a un plano escritural, y más aún, ser eficaz y verosímil dentro de la ficción. ¿Cómo definirías tu relación con este lenguaje? ¿Lo consideras parte de un aprendizaje empírico o de una exploración?
                                      MRR:
                                      No fue muy difícil te diré, porque yo soy barrista y he convivido con ellos durante años, y me he empapado de su lenguaje y de sus códigos. Por eso cuando configuraba un personaje de este tipo, la forma cómo habla y cómo piensa no me es ajena. Ahora bien, en el plano literario, esto es algo que preguntaba siempre en los talleres: ¿qué tan eficaz era usar el lenguaje propio de estas agrupaciones en los personajes para hacer más creíble o verosímil lo que deseba expresar? Porque hay opiniones distintas. Por decirte, cuando llevé el taller de Cronwell Jara en el 2002, presenté un cuento de un delincuente con un destino trágico. Bien, el lenguaje que usé fue propio de un lumpen. Y Cronwell me recomendó no usarlo en demasía porque confundiría a un lector no informado del argot delincuencial. Eso chocaba con mi creencia a partir de mis lecturas de Reynoso, que fue el que introdujo la jerga urbana a la narrativa peruana. Luego en el taller de San Marcos invitaron al mismo Reynoso, y nos leyó un adelanto de su reciente libro El goce de la piel, donde el personaje Malte –que el mismo Reynoso aseguró lo había sacado de Rainer María Rilke– es un muchacho marginal, que comanda una manchita de barrio. Lo que nos leyó fue un pasaje con un lenguaje muy hermoso, que otra vez colisionaba con lo que yo pensaba era lo correcto, ¿cómo unos muchachos marginales, podían hablar tan poéticamente? Le hice la pregunta y me dijo algo que nunca voy a olvidar: “En este caso, el lenguaje también es ficción”. Y luego nos explicó que a pesar de usar la jerga lo que deseaba era crear belleza a través del lenguaje, y la jerga también podía servir para ello. Entonces ¿en qué quedamos?, pensaba yo, ¿estaba bien usar tal cual la forma de hablar para hacer más creíble a un personaje o no? La respuesta vendría días después cuando el profesor Gálvez Ronceros, explicó el cuento Hombre de la esquina rosada, de Borges. Hay un pasaje donde el narrador, que es un compadrito, un hombre de los arrabales de Buenos Aires, se refiere a la belleza de un personaje llamado La Lujanera. Como es un personaje poco instruido, habla en lunfardo, y al no tener las palabras para expresar la hermosura de esta mujer, se vale de figuras para decirlo. Y es verdad, pues, que me di cuenta que entre la gente de la barra cuando no encuentran las palabras para expresar algo lo manifiestan con figuras. ¡Allí estaba la clave!:¡ La jerga tiene que estar presente si es necesario, pero si se utiliza de forma que lo complementario ayuda a la rápida comprensión, pues es mejor así, literariamente, porque sin perder la esencia del lenguaje de determinado grupo humano, estás creando belleza a la vez. En ese sentido para mí, fue un aprendizaje empírico y también una exploración, ¿no?
                                      AA: Me gustaría hablar ahora de fútbol. Tengo entendido por el cuento que leí y por lo que me comentas que tu libro está focalizado desde la perspectiva de un hincha aliancista. ¿Qué momentos futbolísticos, felices o amargos, te han marcado como hincha? Yo por ejemplo, como hincha de la U, te diría que quizás mi mayor alegría fue en el '99 cuando campeonamos en Matute, pero también recuerdo ratos muy amargos, como la última Copa Libertadores o el famoso 6 a 3. ¿Qué puede decirnos Roldán Ruiz como hincha de Alianza Lima?

                                      MRR: Empezaron los problemas (risas). Para mí ser hincha de Alianza es una de las mejores cosas que me han pasado. Agradezco a mi viejo por haberme hecho aliancista, por haberme llevado a la inauguración del estadio de Alianza cuando yo tenía cinco años, recuerdo muy bien pasajes de esa experiencia, y también por inculcarme ese amor por los colores y por todo lo que representa ese equipo para el Perú. En cuanto a momentos hay muchos, alegres y tristes, pero no quiero caer en lo común de que fue la tragedia del 87 lo más triste. Quizás para muchos lo fue, y me incluyo, pero como hincha militante hay momentos que para mí son más tristes incluso. Momentos alegres igual. Es que esto de ser hincha ciento por ciento, va más allá de un partido de futbol. Como dice un lema: “No son noventa minutos, es toda una vida”.
                                      AA: ¿Consideras que en tu obra podría hablarse de identidad, en el sentido que se ve representada la construcción que determinados sujetos hacen de sí mismos? Pongo como ejemplo la pelea entre barras que relatas en el cuento Culpables, donde los protagonistas discurren entre el envalentonamiento desmedido y el pánico. Quiero decir, más allá de las rivalidades, e incluso de las representaciones de tu libro, ¿puede hablarse de una identidad aliancista y una identidad crema? Me gustaría saber tu opinión.

                                      MRR: Claro que las hay. En el imaginario de ambas comunidades futbolísticas, están bien marcadas y diferenciadas y representan lo que es el Perú de alguna u otra forma. Vasta con leer los foros de discusión de los hinchas de ambos equipos para que te des cuenta cuáles son los prejuicios, discriminaciones, anhelos y aspiraciones de ambas hinchadas. Por ejemplo entre los de Alianza hay una identidad muy marcada de pueblo y de cercanía a la cultura popular desde sus orígenes. Esto configura una identidad de sacrificio y también trágico, por todo lo que le ha sucedido al club en su historia. Pero siempre ha sabido salir adelante, sino no sería una de las instituciones más importantes y que tiene la mayoría de hinchas en el Perú, según las últimas encuestas. Entonces, esto conlleva a que crean que los cremas son todos blancos, pitucos, y por ende cobardes. Una de las chapas con que los denominan es la de ''cabros''. Eso es una herencia de años atrás donde los de barrio marginal consideraban a los blanquitos de esa forma.
                                      En los de Universitario a pesar de su gran arrastre en diferentes sectores populares, aún mantienen, quizás inconcientemente, esa idiosincrasia con la cual fueron identificados por mucho tiempo, la identidad del blanco y pudiente. Basta con ver los insultos con que se refieren a los hinchas de Alianza, donde el racismo es latente, a pesar de que muchos de sus hinchas muy bien podrían estar incluidos. O ese pensamiento de creerse superiores por haber sido creados de estudiantes universitarios –a diferencia de Alianza que nació de amigos de barrio–, o de tener más campeonatos o de tener un gran estadio en una zona residencial. Esa manera de pensar engloba a sus hinchas, desde el más marginal hasta el más acomodado. Es su identidad, y aunque he sabido que quieren cambiar esa forma de pensar, les resulta difícil, porque aún se mantiene Entonces, ¿no es un Perú lo que se refleja allí?
                                      AA: Pasando a otro asunto, en una conversación que tuvimos hace unos meses, comentábamos sobre el libro de Donald Shaw Nueva narrativa hispanoamericana (Cátedra, 1981) y sobre la especificidad que se le asigna a este género en nuestro continente, cuya tendencia ha apuntado desde sus inicios a la construcción de proyectos de nación para insertarlos en el imaginario colectivo. Yo tengo una postura muy escéptica al respecto, pues considero que esta posición deja de lado otros aspectos trascendentales y característicos presentes en nuestra narrativa. En este sentido, ¿me gustaría saber si consideras importante que el autor denuncie a través de su obra la problemática política y social en que se vive, o crees más bien que los aspectos que definen ‘’lo específico’’ de nuestra literatura tienen relación con el plano expresivo?

                                      MRR: Primero, y hablo desde mi experiencia, el escritor debe escribir lo que le dicte su conciencia, pero debe escribirlo sin descuidar que lo que está haciendo es arte. Uno puede hablar de lo que sea, pero siempre teniendo en consideración esto que te digo. Aunque no lo creas yo no pretendo que en mis cuentos o escritos haya una denuncia de tal o cual cosa, yo solo expreso lo que determinadas cosas me inquietan. Si el lector ve en ella una denuncia de algo o no, es cosa de ellos, pero lo que me concierne a mí, no pretendo denunciar nada, porque lo que haría no sería literatura sino propaganda. Ahora bien, si hay la necesidad de denunciar ciertas cosas, pues existen medios más eficaces y consecuentes que una novela o un cuento.
                                      Lo que sí no descarto, es que todo lo que escriba, así sea un cuento fantástico, va a remitirnos necesariamente a la realidad. Yo no pretendo maquillar las cosas, si estoy escribiendo de un momento histórico del país, y tengo que decir que el presidente es un asesino, lo diré. En Generación cochebomba, antes que denunciar algo, mi intención era que se conociera un aspecto de esos años terribles desde el punto de vista de los subtes, tal como me sucedió a mí con Conversación en la catedral de Vargas Llosa, sobre los años cincuenta. Entonces creo que eso contribuye a que nos vayamos conociendo como peruanos, y contribuye a ese proyecto de nación que tú mencionas en tu pregunta.
                                      AA: Ha estado muy en boga, a raíz de tu participación, junto a Julio Durand y Rafael Inocente, en el coloquio ‘’Guerra y Literatura’ desarrollado el año pasado en Lima, encasillarte dentro de un grupo de escritores ‘’marginales’’ que escriben sobre temas referentes a la violencia política. Y más aún, he leído afirmaciones donde se les tilda desde renegados hasta incomprendidos. ¿No consideras una falsa conciencia de clase pretender que los discursos emitidos por determinados sujetos desde su lugar de enunciación sean veraces o cercanos a una supuesta verdad? Es decir, ¿cómo pretender que Cueto escriba como Inocente o viceversa? ¿No crees talvez que se trate de un juicio equivocado?

                                      MRR: Claro, y eso no hace menos una obra, porque un cuento o una novela es el súmmum de todo lo que un individuo tiene consigo. Yo no voy a escribir algo que trate, por decirte, de la violencia que tanto ha afectado a los peruanos, y que sea similar en puntos de vista a los de una persona que ha crecido en distintos ambientes de una misma ciudad. Cada uno tiene un punto de vista distinto. Eso es lo bueno de la literatura, que puede darnos una visión distinta de una sola cosa. Ahora que sea valido o no, eso escapa a los autores. Yo no buscó la validez en una obra por eso, sino en otros aspectos que van por el lado de los sentimientos, no por lo racional. Para tal caso leo un ensayo y no una novela o un cuento. Si a mí una obra me conmueve, sea el tema que sea, y escrita por quien sea, me parece válida. Así de simple.
                                      En cuanto a que me hayan encasillado como escritor marginal, será porque publiqué Generación cochebomba de manera independiente, y porque no he aparecido en los medios que según se afirma están manejados por una mafia, pero no me consta, ni me interesa la verdad. En todo caso, ahora que publico en una trasnacional, como es Editorial Norma, y que seguro tendrá una mayor atención de los medios, pues ya no encajo dentro de lo marginal. Eso a mí me tiene sin cuidado. Aunque te diré que nunca me han gustado las etiquetas, pero son inevitables. Y sobre eso de que soy un renegado e incomprendido, eso salió de ciertos comentarios en un blog, comentarios lanzados sin ningún sustento. Porque, primero, no me conocen personalmente, y porque se afirmó que ese conversatorio se dio a raíz de la publicación de la última novela de Iván Thays, cosa por demás falsa porque fue organizada para hablar de cómo la violencia había determinado la creación de nuestras novelas. Y a eso me centré en mi intervención. No voy a ser tan tonto, de tener pocos espacios para hablar de mi libro y voy a perder el tiempo hablando de otro autor, ¿no crees?
                                      AA: Finalmente, pasados dos años desde tu aparición en la palestra literaria con Generación cochebomba, ¿cómo ves la recepción de tu obra por parte de la crítica y del público en general? ¿Cómo te va en el oficio y cuáles son tus expectativas?

                                      MRR: Para mi el mejor crítico es el lector, ése es el que me interesa porque te dice sinceramente si tu obra es válida o no. Por eso que me hayan escrito lectores peruanos y extranjeros que han podido leerla, contándome sus impresiones, las cuales son positivas, me hace sentir satisfecho de que hice un buen trabajo. Aparte las palabras de escritores con buen nombre dentro de la literatura peruana, quienes han destacado ciertos aspectos de Generación cochebomba, me confirman este pensamiento.
                                      En cuanto a mis expectativas, lo único que deseo es poder escribir todos los libros que pueda escribir, y si son publicados de la forma que sea, con una editorial o independientemente, pues colmaran esas expectativas.
                                      AA: El domingo ganamos…
                                      MRR:
                                      “Ganamos” se refiere a que me hablas de la mayoría y en ese aspecto como Alianza Lima es el Perú y el Perú es Alianza Lima, pues de hecho que ganamos ¿o lo dudas? (risas).
                                      AA: Un gusto, Martín. Gracias por la entrevista. ¡Y dale U!

                                      MRR: Asumare, o sea que con cachimba viene la cosa (risas)... pues ¡Arriba Alianza toda la vida!

                                      Fotografía: Rocío F.


                                      _______________________________
                                      MRR responde:
                                      1. Ribeyro:
                                      -Maestro de cuentos.
                                      2. Vargas Llosa:
                                      -Maestro narrativo.
                                      3. Oswaldo Reynoso:
                                      -Maestro en la búsqueda de la belleza del lenguaje.
                                      4. Miguel Gutiérrez:
                                      -Maestro en el compromiso con la literatura.
                                      5. Novela:
                                      -Una totalidad
                                      6. Cuento:
                                      -La totalidad de lo efímero
                                      7. Rock subterráneo:
                                      -El movimiento juvenil y contestatario más honesto que haya habido en el Perú.
                                      8. Daniel F.:
                                      -Después de Pinglo el mejor compositor de música popular del Perú.
                                      9. Alianza Lima:
                                      -Una de las maneras de sentir y de amar al Perú.
                                      10. Universitario:
                                      -La otra manera y el eterno rival a vencer en todos los aspectos.
                                      __________________________________

                                      12 abril 2009

                                      Un museo de la memoria para Blanca Varela

                                      Por: Walter Toscano

                                      Colaboración especial para OTRAS VOCES
                                      Publicado el 15 de marzo en el blog personal de Walter Toscano.

                                      _______________________

                                      Conocí a Blanca Varela por sus poemas publicados hace ya más de una década en el suplemento dominical del diario El Comercio, es decir de la mejor manera que se puede conocer a un poeta.

                                      Y al leerla me invadió una extraña sensación similar a la de estar oyendo el canto de un pájaro salvaje a punto de alzar el vuelo. Un pájaro oscuro con pies de humano, con voz humana -no de hombre o mujer, como suele apreciarse en muchos poetas posteriores a ella sino simplemente humana-, ojos humanos y corazón de pájaro alimentado con esta realidad mal cocida.

                                      Blanca Varela ha muerto, y su desaparición corporal nos desgarra a todos quienes amamos su poesía (nos estamos quedando sin los grandes maestros de la poesía peruana, vida; pero con la hermosísima distancia de sus cuerpos y la cercanía de sus versos)

                                      Mentiría si dijera que la conocí en vida: sus ojos contemplando la tarde mientras la noche comienza a respirar. Y sin embargo, me enseñó cómo atravesar el camino críptico de la vida por medio de su poesía, y a salir ileso luego de ese viaje, y a conocer el círculo de la muerte desembocada otra vez en vida.

                                      Blanca Varela se nos ha ido de los ojos -pero no del centro del corazón-, se nos ha ido de nuestros ojos que reclaman su persistencia con los versos, con sus versos que ahora ululan y nos dicen que su muerte es una de otras falsas confesiones, que el puerto donde se encallan sus flores para el oído es la luz de día que nos perseguirá hasta conducirnos por el camino a Babel hasta terminar convertidos en fantasmas de cada hora.

                                      Estas pequeñas palabras son para ti, Blanca Varela, mi Blanca Varela, mi poeta favorita.

                                      Ahora todo canta a la altura de tu rostro suspendido como una luz eterna entre la noche y la noche, Blanca Varela, mi Blanca Varela, mi poeta favorita, mi más grande fantasma mil veces muerta, recién nacida siempre.

                                      Casa Grande, domingo 15 de marzo de 2009.


                                      POEMAS DE BLANCA VARELA


                                      Curriculum vitae

                                      digamos que ganaste la carrera
                                      y que el premio
                                      era otra carrera
                                      que no bebiste el vino de la victoria
                                      sino tu propia sal
                                      que jamás escuchaste vítores
                                      sino ladridos de perros
                                      y que tu sombra
                                      tu propia sombra
                                      fue tu única
                                      y desleal competidora.

                                      La muerte se escribe sola

                                      la muerte se escribe sola
                                      una raya negra es una raya blanca
                                      el sol es un agujero en el cielo
                                      la plenitud del ojo
                                      fatigado cabrío
                                      aprender a ver en el doblez
                                      entresaca espulga trilla
                                      estrella casa alga
                                      madre madera mar
                                      se escriben solos
                                      en el hollín de la almohada

                                      trozo de pan en el zaguán
                                      abre la puerta
                                      baja la escalera
                                      el corazón se deshoja
                                      la pobre niña sigue encerrada
                                      en la torre de granizo
                                      el oro el violeta el azul
                                      enrejados
                                      no se borran
                                      no se borran
                                      no se borran

                                      Strip-tease

                                      Quítate el sombrero
                                      si lo tienes
                                      quítate el pelo
                                      que te abandona
                                      quítate la piel
                                      las tripas los ojos
                                      y ponte un alma
                                      si la encuentras

                                      12 marzo 2009

                                      El ''Ave soul'' que retorna

                                      Por: Armando Alzamora
                                      :::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

                                      El programa Presencia Cultural ha realizado un interesantísimo documental con motivo de la reaparición del libro Ave soul (Editorial Doble Príncipe, 2008) del poeta Jorge Pimentel, principal animador del movimiento Hora Zero. Cabe mencionar que este libro es editado por primera vez en el Perú y contiene, además de los poemas, una completa información que nos sitúa en el contexto en que fue escrita la obra y nos facilita su lectura.

                                      En este video podremos apreciar las palabras del poeta horazeriano que, entre otras cosas importantes, afirma: ''Yo creo que los poetas tienen que sumergirse en el dolor, en el desarraigo, en la ternura, en el amor, y que para escribir un poema tienes que lanzarte con todo, sin medir ninguna consecuencia (...) Creo que para escribir poemas hay que ser valiente''. También veremos las opiniones de los editores Arturo Higa y Jerónimo Pimentel respecto al trabajo de edición y el establecimiento del texto, así como una breve entrevista al crítico Ricardo Gonzales Vigil quien nos habla de la importancia de la obra de Pimentel en la poesía peruana.

                                      Presento a continuación el video:

                                      12 febrero 2009

                                      Manuel Bandeira y la poesía brasileña

                                      Por: Armando Alzamora


                                      No hace mucho tiempo tuve contacto por primera vez con la obra poética de Manuel Bandeira, poeta brasileño adscrito al Modernismo, versión brasileña del Modernism angloamericano (entre los país de habla hispana, la Vanguardismo). En lo particular, esta experiencia ha despertado en mí una curiosidad profunda por la lírica escrita en lengua portuguesa desde el punto de vista de su recepción en los países, como el nuestro, de habla hispana. Poco interés, mero desconocimiento, aislamiento inconciente de una literatura a la que -no podemos cegarnos- debemos dar el lugar que le corresponde en Latinoamerica.

                                      No es mi intención abrir aquí la polémica ya desgastada en torno al tema de si debería llamarse literatura hispanoamerica o literatura latinaomericana al estudio de los discursos producidos en nuestro continente. Lo que pretendo es opinar respecto a la obra de Bandeira y sugerir su lectura. Pero para ello, hemos de partir de algo tan fundamental como básico: ¿cómo afrontar la lectura de un autor cuya obra está escrita en un idioma tan parecido al nuestro? ¿ Es necesario aprender la otra lengua para afrontar una lectura cabal o es posible resarcir las barreras idiomáticas mediante la traducción? El lector no encontrará una obra con grandes diferencias si inicia su lectura en español, empero, cierta riqueza, o mejor dicho, cierta tendencia exhuberante hacia el seseo que sólo ocurre en el portugués se pierde irremisiblemente al momento de la traducción. En otras palabras, esa musicalidad poblada de cierta ''aspereza'' (por utilizar un término de Mario de Andrade al referirse a Libertinagem, obra cúspide de Bandeira) la percibibimos en sus totales dimensiones cuando afrontamos la lectura en la lengua original.
                                      No he dicho nada nuevo entonces. Sin embargo, ¿qué nos espera? ¿Es posible que todos los interesados se vean en la obligación de aprender un nuevo idioma para su iniciación? Pienso que no. Se puede -a riesgo de aprehender sólo parcialmente la esteticidad bandeireana- iniciar la lectura en nuestra lengua. Por algo se empieza.

                                      Comparto con los lectores algunos poemas de dos de las obras más fundamentales en la lírica de Manuel Bandeira: Estrela da manhã y Libertinagem .


                                      Jacqueline

                                      Jacqueline murió niña.
                                      Jacqueline muerta era más bonita que los ángeles.
                                      Los ángeles!... Bien sé que no los hay en parte alguna.
                                      Lo que hay es mujeres extraordinariamente bellas que mueren niñas aún.

                                      Hubo un tiempo en que miré hacia tus retratos de niña como miro ahora la pequeña imagen de Jacqueline muerta.
                                      Eras tan bonita!
                                      Eras tan bonita, que merecerías haber muerto en la edad de Jaqueline.

                                      -Pura como Jacqueline.


                                      Jacqueline

                                      Jacqueline morreu menina.
                                      Jacqueline morta era mais bonita do que os anjos.
                                      Os anjos!... Eu sei bem que não os há em parte alguma.
                                      Há é mulheres extraordinariamente belas que morrem ainda meninas.

                                      Houve tempo en que olhei para os teus retratos de menina como olho agora para a pequena imagem de Jacqueline morta.
                                      Eras tão bonita!
                                      Era tão bonita, que merecerias ter morrido nada idade de Jacqueline

                                      -Pura como Jacqueline.

                                      De Estrela da manhã.



                                      EL ÚLTIMO POEMA
                                      Así yo querría mi último poema
                                      Que fuese tierno diciendo las cosas más simples y menos intencionales
                                      Que fuese ardiente como un sollozo sin lágrimas
                                      Que tuviese la belleza de las flores casi sin perfume
                                      La pureza de la llama en que se consumen los diamantes más límpidos
                                      La pasión de los suicidas que se matan sin explicación.


                                      O ÚLTIMO POEMA
                                      Assim eu quereria o meu último poema
                                      Que fosse terno dizendo as coisas mais simples e menos intencionais
                                      Que fosse ardente como un soluço sem lágrimas
                                      Que tivesse a beleza das flores quase sem perfume
                                      A pureza da chama em que se consomem os diamanates mais límpidos
                                      A paixão dos suicidas que se matan sem explicação


                                      De Libertinagem



                                      TERESA
                                      La primera vez que vi a Teresa
                                      Hallé que ella tenía piernas estúpidas
                                      Hallé también que la cara parecía una pierna
                                      Cuando vi a Teresa de nuevo
                                      Hallé que los ojos eran mucho más viejos que el resto del cuerpo
                                      (Los ojos nacieron y quedaron diez años esperando que el resto del cuerpo naciese)
                                      La tercera vez no vi nada más
                                      Los cielos se mezclaron con la tierra
                                      Y el espíritu de Dios volvió a moverse sobre la faz de las aguas.

                                      TERESA

                                      A primeira vez que vi Teresa
                                      Achei que ela tinha pernas estúpidas
                                      Achei também que a cara parecia uma perna
                                      Quando vi Teresa de novo
                                      Achei que os olhos eram muito mais velhos que o resto do corpo
                                      (Os olhos nasceram e ficaram dez anos esperando que o resto do corpo nascesse)
                                      Da terceira vez não vi mais nada
                                      Os céus se misturaram com a terra
                                      E o espírito de Deus voltou a se mover sobre a face das águas.

                                      De Libertinagem.

                                      Marinero triste
                                      Marinero triste
                                      Que vuelves a bordo
                                      Qué pensamientos son
                                      ésos que te ocupan?
                                      Alguna mujer
                                      Amante de paso
                                      Que dejaste lejos
                                      En un puerto de escala?
                                      O tu amargura
                                      Tiene otras raíces
                                      Largas fraternales
                                      Más nobles más profundas?
                                      Marinero triste
                                      De un país distante
                                      Pasaste por mí
                                      Tan ajeno a todo
                                      Que ni presentiste
                                      Marinero triste
                                      La ola viril
                                      de fraterno afecto
                                      En que te envolví.

                                      Ibas triste y lúcido
                                      Antes mejor fuera
                                      Que volvieses ebrio
                                      Marinero triste!

                                      Y yo que para casa
                                      Voy como tú vas
                                      Para tu navío,
                                      Feroz casco sucio
                                      Amarrado al muelle,
                                      También como tú
                                      Marinero triste
                                      Voy lúcido y triste.

                                      Mañana tendrás
                                      después que partas
                                      El viento de lo extenso**
                                      El horizonte inmenso
                                      La sal del mar alto!
                                      Pero yo, marinero?

                                      -Antes mejor fuera
                                      Que volviese ebrio!
                                      De ''Estrella de la mañana''.
                                      Marinheiro triste
                                      Marinheiro triste
                                      Que voltas para bordo
                                      Que pensamentos são
                                      Esses que te ocupam?
                                      Alguma mulher
                                      Amante de passagem
                                      Que dejaste longe
                                      Num porto de escala?
                                      Ou tua amargura
                                      Tem outras raízes
                                      Largas fraternais
                                      Mais nobres mais fundas?
                                      Marinheiro triste
                                      De um país distante
                                      Passaste por mim
                                      Tão alheio a tudo
                                      Que nem pressentiste
                                      Marinheiro triste
                                      A onda viril
                                      De fraterno afeto
                                      Em que te envolvi.
                                      Ias triste e lúcido
                                      Antes melhor fora
                                      Que voltasses bêbedo
                                      Marinheiro triste!
                                      E eu que para casa
                                      Vou como tu vais
                                      Para o teu navio,
                                      Feroz casco sujo
                                      Amarrado ao cais,
                                      Também como tu
                                      Marinheiro triste
                                      Vou lúcido e triste.
                                      Amanhã terás
                                      Depois que partires
                                      O vento do largo
                                      O horizonte imenso
                                      O sal do mar alto
                                      Mas eu, marinheiro?
                                      -Antes melhor fora
                                      Que voltasse bêbedo!

                                      De ''Estrela da manhã''.
                                      _________________________
                                      *La palabra bêbedo significa literalmente borracho. Es posible que el lector no encuentre en el término bebido esa carga peyorativa que sí posee la palabra borracho, pero opté por esa traducción debido al parecido fonético que tiene con el término empleado por Bandeira.

                                      ** ''O vento do largo'': este verso hace alusión al viento que cunde en la extensión de un panorama (en este caso, la extensión del mar). No hay una traducción exacta, debido a que largo en portugués significa ancho y la relación que existe entre las palabras empleadas por Bandeiras crean una imagen sumamente homogénea y poética que no podría decirse con una traducción semánticamente análoga.

                                      24 diciembre 2008

                                      Un terrado para vislumbrar el miedo

                                      Por: Armando Alzamora


                                      «Poeta: el que trabaja en la explosión del mundo por medio de una imaginación poderosa que penetra en lo desconocido y allí se estrella». La reciente aparición de Terrado de cuervos (Tranvía Editores), de Pablo Salazar Calderón, me hizo repensar en esta aseveración de Hugo Friedrich respecto a la lírica moderna. Poeta, en el caso de Salazar, tal como se puede deducir de su propuesta, es aquél que configura –aunque otros podrán decir que ‘’ordena’’- un mundo desprovisto de luz, cegado acaso por al inconciencia del miedo. Es el juego de las cualidades materiales tergiversadas por el vaho lúgubre del pánico. Literalmente: la premonición de una visión insoportable que el poeta aquí recrea a través de un material verbal todavía incipiente (El pánico en un pañuelo mira el morado del silencio/ Se aferra a tus huesos/ Te atrae a la noche nueva).

                                      El lenguaje en Terrado de cuervos es el primer organizador del caos: dínamo que impulsa la maquinaria de las cosas y su comunión con el cosmos. En esa relación res/verba, encontramos que Salazar confiere a los objetos de su universo cierta naturaleza onírica (‘’autopista blanca’’, ‘’bola de piel’’), como la huella de un escape, porque, tal como afirma Michaux en el epígrafe de la plaquette, es el miedo «que solamente aguarda un alivio para manifestarse». Hay en esa espera algo de trágico, quizás porque detrás de aquella negligencia –existencial, si se quiere- radica el límite último de la esperanza, una herencia que en nuestra cultura es, por lo general, legado del cristianismo (En la cruz/ Que el dedo medio dibujó en la pared/ Sobre mi cama/ Ya no hay tiempo/ Sólo el olor a los huesos sin origen/ Circulando la noticia fantasma). Abolida esa última instancia, no queda ni el alumbramiento de una simulación: es esa manera en la que entiendo los últimos versos de la plaquette: como una mecánica táctil en la que se nos aparece ‘’la vislumbración de lo oculto’’ en medio del marasmo simbólico.

                                      Desde mi parecer, Salazar no logra resarcirse de esa primera influencia juvenil que adolecen los poetas, en su mayoría, al comenzar su recorrido. Sin embargo, lejos de imitar un lenguaje, se intuye una lucha dialéctica entre el poeta y su escritura. Y son pocos quienes salen victoriosos. Para concluir, quiero dejar al lector eso últimos versos sobre los que hice alusión en el párrafo anterior. Saludos desde esta sección.

                                      Apenas las altas gotas del sueño
                                      Lentas
                                      Y gigantes
                                      Contra el empeine de mis abismos.



                                      ***

                                      Terrado de cuervo
                                      Pablo Salazar Calderón
                                      Tranvía Editores
                                      2008
                                      16 pp.

                                      21 septiembre 2008

                                      Sonó el tambor de la nostalgia

                                      Manuel Morales, una de las voces más representativas de la poesía del ’70, falleció en octubre del año pasado en Porto Alegre, Brasil. Hoy queda el vacío irreparable y la incerteza de saber si en un futuro no muy lejano se publicarán los poemas que el autor durante tantos años escribió y guardó.
                                      ____________________________________
                                      »» Por: Armando Alzamora.

                                      FATALIDAD LATENTE

                                                  Nunca entenderé la mala suerte de algunos poetas. Ni sus decisiones, tal vez absurdas, pero sobre todo radicales. En ambos casos, el resultado es siempre el mismo: una obra inconclusa que se convierte en el proyecto de lo que pudo ser una obra mayor. Rimbaud fue uno de ellos: habernos entregado esa poesía deslumbrante a tan corta edad, para después dejarnos en la espera irremediable que no hallaría jamás el fin añorado: el poeta sencillamente no volvió a escribir un solo verso. Del mismo modo, la obra del español Miguel Hernández, con apenas treinta y dos años de edad y un porvenir auspicioso, se desbarató víctima de la fatalidad cuando en 1942 acaeció su muerte. Y en nuestro país los casos no fueron ajenos. Javier Heraud y Luis Hernández son dos ejemplos. Víctimas de esa mala fortuna o de esa decisión inexplicable, la muerte les llegó en el momento en que la ebullición de sus obras empezaba a cobrar una fuerza arrolladora, dejando truncas dos carreras, aunque divergentes, desarrolladas con suma brillantez.

                                                  Un nombre más se suma a esta lista negra lista negra: Manuel Morales, poeta marginal y legendario de la década de los ‘70. Su obra no iba más allá de un par de publicaciones, la insular plaqueta Peacen bool (1968) y el poemario Poemas de entrecasa (1969). Publicó también unos pocos poemas en la revista Textual (1971) y en algunos números de la revista que codirigió con Carlos Bravo Espinoza y Jorge Ovidio Vega, Gleba literaria. Luego de eso, su silencio poético ha sido abrumador.


                                      MORALES Y LA POESÍA

                                                  Se formó en las filas del movimiento Hora Zero, grupo en el que participó casi desde su fundación, en las aulas universitarias de la Universidad Villarreal. Recuerdo siempre las palabras con que Jorge Pimentel me relataba esas interminables noches de cerveza y dados en las que Morales imponía la única ley, su ley: ‘’En esta mesa únicamente se habla de poesía. Y el que no cumple, se me va’’. Esa ley, Morales siempre la hacía cumplir.

                                                  Cultor de una dicción en la que confluyen el lenguaje culto y el de la calle, Morales ha sido −quizás no para muchos, pero lo fue− un paradigma de la libertad y el sentido lúcido y sincero de una lírica cuya preocupación no desbordó los planos de la cotidianidad. Su poesía se desarrolla allí, en el día a día, en las calles atestadas de esperanza –o acaso desazón−, en la cantina donde los trabajadores suelen retozar después de la jornada avasallante. Pero su poética trasunta el escollo de la sordidez para mostrarnos, a través de un vuelo estilístico altamente logrado, todo lo humano y bello que suele ser en ocasiones ese tránsito usual y familiar. Y rescatar esas pequeñas pero hermosas reflexiones no es algo que cualquier poeta pueda hacer; pero Morales lo logra. Alberto Escobar, en el segundo tomo de su Antología de la poesía peruana (1973), no me deja mentir: ‘’la estridencia formal que a ratos adquiere su lenguaje es la contrapartida a una básica actitud de nostalgia y de búsqueda por el sentido que se oculta tras el ceremonial cotidiano’’.

                                                  Su Poemas de entrecasa nos muestra una óptica sarcástica de una sociedad indolente y oprimida, tal como puede interpretarse de sus poemas “Saludo” ("Saludo a los pájaros que malogran el arado/ A las doncellas de nalgas somnolientas / A mi vecino que ronca como un cerdo/ Y a su mujer que lo atrasa con un negro") e “Idiosincracia” (“Estamos acostumbrados a las mentiras./ Nos tratan peor que a negros./ Nos humillan peor que a negros./ Hasta nos venden como negros./ Y este país es el despelote./ Con el cuento del pueblo –nos estafan./ Nos hacen a diario el cuento del tío./ Estamos acostumbrados a las mentiras./ Al tira y afloja de unos cuantos pendejos./ Pero ya se les va acabar,/ Porque un día de estos se nos sale el indio”). En medio de ello, Morales, virtuoso apropiador, ilícito contemplador del caos, no sólo se limita a describir lo que permite su sensibilidad, sino que deja en ciernes la posibilidad de una ''subversión'' subalterna. Y es aquí donde radica otro punto trascendental de su obra: sigue la vida, como ahora, y sin embargo, siempre hay algo que puede cambiarse. Morales lo sabe muy bien, y no lo calla: su poesía irradia, pese a todo, un soplo de esperanza.

                                                  Muchos quizás lo han de recordar por un poema breve pero sabio titulado “Si tienes un amigo que toca tambor”, hermosa demostración de sencillez y de un lirismo clarificador:  

                                      Si tienes un amigo que toca tambor
                                      Cuídalo, es más que un consejo, cuídalo.
                                      Porque ahora ya nadie toca tambor,
                                      Más aún, ya nadie tiene un amigo.
                                      Cuídalo, entonces,
                                      Que ese amigo guardará tu casa.
                                      Pero no lo dejes con tu mujer, recuerda
                                      Que es tu mujer y no la de tu amigo.
                                      Si sigues este consejo, vivirás
                                      Mucho tiempo. Y tendrás tu mujer
                                      Y un amigo que toca tambor.

                                                  En 1974 viajó a Brasil. Pocos sabrían que ese hombre de aspecto bonachón y ducho no volvería al Perú más que en una fugaz ocasión, en 1977. Después, la huella de su poesía, la memoria e incluso la ficción (se piensa con certeza que Morales es uno de los personajes de la novela El escarabajo y el hombre, de Oswaldo Reynoso) se han encargado de hacer perdurar su figura descollante en las letras peruanas.


                                      SILENCIO POÉTICO

                                                  Lo que para muchos resultó ser una carrera brillante tempranamente aniquilada por el rigor del trabajo, la rutina y el formar una familia lejos del lugar que le vio crecer, no fue más que el error involuntario de amigos y lectores azuzados quizás por el temor a una emulación rimbaudiana. Pero no, el poeta, transcurridas más de tres décadas desde su viaje, siguió entregado al oficio, tantas veces ingrato, de la poesía.

                                                  Leo unas líneas que se le atribuyen: ‘’Ser poeta en el Perú no se lo deseo ni a Superman’’ y ‘’Publicar un libro en el Perú es más difícil que levantar una mesa con los dientes’’, y pienso que, a lo mejor, esos amigos y lectores estuvieron a un paso de acertar. Será entonces que Morales sintió lo que el poeta chileno Enrique Lihn afirmaba en uno de sus poemas más representativos: “Ahora que quizás, en una año de calma, / piense: la poesía me sirvió para esto:/ no pude ser feliz, ello me fue negado,/ pero escribí.” Será que, lejos ya, sabiéndose condenado a esa distancia y enfrentado con su propia escritura, decidió seguir el camino que inició, no ya por el afán de publicar, sino por perseguir lo que desde sus inicios fue su compromiso, tal como afirma en una carta dirigida a Jorge Pimentel y Tulio Mora, fechada en junio de 2005, luchar «para que la poesía no sea una farsa y sí el resultado dialéctico de una generación que ansiaba la libertad contra todos los indicios del oficialismo».


                                                  Desde la distancia, Manuel Morales nos ha legado un puñado de poemas inéditos que esperamos, por el bien de la poesía, salgan pronto a la luz. Por ahora sólo nos queda esperar. Y que por favor no sean treinta años más. 

                                      230 años sin Piranesi

                                      Por: Armando Alzamora

                                      No creo en las casualidades. Menos aún cuando recuerdo los grabados del artista italiano Giovanni Battista Piranesi y mi primer encuentro con ellos: fue a principios de 2008, trabajando en la sección de Arte y Arquitectura de una librería, me topé con un libro dedicado al estudio y exposición de su obra. Tal vez así debió pasar: suelo pensar que ciertas estéticas están destinadas a nuestro deleite por alguna correspondencia o semejanza con el espíritu del autor. Pero tengo claro también que la intuición es perfectamente capaz de escarbar en las raíces mismas del proceso artístico-creador, más allá de todo contexto y de la estructuración de dicho código.
                                      Digo esto porque era, o creo serlo todavía, un completo ignorante en lo que a artes plásticas se refiere. Pero sigo creyendo en la similitud de temperamentos, en la correspondencia extraña y espiritual que solemos adoptar, y que se convierte, como ahora, en nuestra única defensa.
                                      Fue por eso que en Piranesi vine a hallar la forma de una idea que -tal vez producto de una herencia colonial- ha estado presente vívidamente en ciertos pasajes de mi recuerdo y que con el tiempo fueron
                                      arrastrados hasta un territorio ingrato: el olvido. Vi sus imágenes, y fue como recuperar un paisaje que alguna vez me perteneció: la arquitectura clásica, pero contradictoriamente derruida, como si se tratase de un mundo perdido, de una serie fabulosa de descubrimientos arqueológicos; los claroscuros ''bruñidos'' con que sus paisajes cobraban una apariencia más lóbrega; la soledad tenebrosa en que se sitúan sus sordos objetos en el espacio; los pasillos lúgubres que se perdían en la nada; los fondos enmudecidos e inundados de nostalgias antiquísimas; la vaga tristeza de un mundo en el que la Modernidad todavía irrumpía con lentitud. Todo eso me perteneció y lo creo; pero con Piranesi no sólo recuperé aquella luz, sino que ahondé aún más en ese universo fabuloso en el que el Ritorno a lo antiguo es el centro gravitacional de la obra.
                                      Hay una anécdota interesante donde Piranesi expone una suerte de ''teoría del arte'': su amigo Hubert Robert, sumido en la perplejidad ante demasiado talento, le preguntó en cierta ocasión cómo era capaz de contentarse con tan pocas indicaciones para producir unos grabados repletos de ricos detalles. Piranesi respondió lo siguiente: "el dibujo no está sobre el papel sino completamente en mi cabeza, y tú verás esto sobre la plancha de cobre".
                                      Es por eso que fascina Piranesi: dicen que no hay forma artística que no haya sido pensada antes por la humanidad. Pero, quizás, en cada momento histórico, en cada manifestación del hombre a través del arte, quede el rastro o la huella de lo sublime. Es posible entonces que ese vestigio sea el camino que conduzca al artista a seguir penetrando en la infinita nebulosa, desentrañando una exquisita geología de extraños minerales cuya existencia siempre fue una sospecha (¿cómo entender a Racine sin Eurípides, a Darío sin Baudelaire o Góngora, a García Márquez sin Faulkner?). Luego de esa recuperación, el artista le suma la etapa final, aquello que lo acerca con su espíritu -con su ''biología'', diría Barthes-, lo individual que siempre excede a la tradición: propiamente, el estilo. En Piranesi confluyen Clacisismo y Barroco: esa suma, que lo hace tan exótico, es su material personal, su propio egoísmo, la ''cosa'' de su arte.
                                      Piranesi dejó de existir un 9 de noviembre de 1778, en Roma. Dejó una notable influencia en el Neoclasicismo, en el Romanticismo (merced a las imágenes de sus pasadizos y escaleras sin fin en su colección Carceri d'Invenzione) e incluso en el Surrealismo (el manifiesto caos de sus pasillos, tan cercanos a la confusión de los sueños) y en los decorados tétricos del cine de terror. 230 años que pasaron no de su ausencia, sino de un incesante resplandor.

                                      *Los interesados pueden visitar la siguiente galería virtual:

                                      16 septiembre 2008

                                      Respuesta al señor Julio Médem respecto al ciclo «La nueva narrativa peruana»

                                      »» Por: Armando Alzamora



                                      Ahora que releía el post que Gabriel Ruiz-Ortega escribió con respecto al ciclo «La nueva narrativa peruana» para el portal literario Porta 9, me quedó una sensación muy similar a la que manifiesta el señor Julio Médem (desconozco si se trata del cineasta o de un desaforado impostor) en su comentario, el cual transcribo a continuación:
                                      ''En principio saludo que este tipo de eventos se desarrollen en una escuela de literatura tan relegada. Es una muestra de que sí se pueden hacer encuentros literarios de cierto alcance.
                                      Sobre el artículo, pensé que se iba a plantear alguna problemática tocada en ese ciclo, o algunas conclusiones, por lo menos. Es decir: el debate.
                                      GRO ha hecho lo que hace en su blog. Una lástima, seguro que se sacó algo provechoso de este encuentro, sería bueno que alguien lo condense en un artículo coherente e interesante.
                                      Nada en contra del autor de la buena novela La Cacería. Solo es una opinión.''

                                      Estoy de acuerdo con la idea de que el post intenta informar y entrener (fiel a su estilo), porque Gabriel condensa de manera sustancial la forma en que nos organizamos para concretar la realización de este evento. Testimonio fiel, diría yo, de un arduo trabajo en el que participamos tanto autoridades, profesores y alumnos de la Universidad Nacional Federico Villarreal. También están, obviamente, los autores que tan gentilmente accedieron a formar parte del ciclo, así como los invitados para comentar las obras que en su mayoría estuvieron acertados (sólo basta preguntar a algunos de los asistentes por las intervenciones de José Güich o de Ricardo Virhuez, entre otros). Sin embargo, decidí escribir este post en parte atendiendo al pedido del señor Médem (de quien me intriga de sobremanera su verdadera identidad que sé jamás revelará -espero que lea este post, agradeceré la difusión) y en parte también porque hasta el momento, salvo la crónica y algunos post de Ruiz-Ortega, nada se ha escrito al respecto.

                                      No creo que sea pronto para sacar conclusiones, ya que el tema principal siempre estuvo sobre el tapete en todas las presentaciones: ¿En qué situación se encuentra el panorama actual de la narrativa peruana? No obstante, el sentido común me dice que la pregunta, e incluso el tema, le queda demasiado grande al ciclo. Debo decir a título personal que el ciclo que hemos realizado no sirve como muestra de la nueva narrativa peruana. La narrativa peruana no son solamente ocho autores invitados a un evento literario. Eso está debemos tenerlo claro. A lo mucho lo que hemos logrado es una muestra de narradores capitalinos, y en esto quiero incidir. No me cabe la menor duda que los narradores que en estos meses desfilaron por la UNFV -capitalinos o no, andinos o no- poseen la más alta calidad literaria. Ha sido muy grato para mí descubrir obras como las de Martín Roldán Ruíz, Rafael Inocente y Marco García Falcón. Y con esto no digo que sean referentes de la nueva narrativa peruana, solo afirmo que de entre los ocho escritores que asistieron al ciclo, a mi parecer fueron los más destacados. Aunque con estilos disímiles, la sensación que me deja este acercamiento es que los nuevos narradores están forjando lo que será en el futuro una generación de escritores los que sin duda merecen nuestra atención como lectores o como críticos.

                                      Ahora bien, en medio de esta eclosión literaria, subyace otro problema que muy bien anotó Francisco Ángeles (que me disculpe si tergiverso alguna de sus palabras, pero es lo que más o menos entendí) en su disertación con ocasión de la presentación la obra de Claudia Ulloa Donoso. Él dijo casi textualmente que si bien existe muy buena narrativa -y Claudia es un claro ejemplo- también existe una narrativa muy mala. Y culpa de ello al fenómeno editorial que más se viene preocupando por la cantidad que por la calidad. La fórmula es: mucha editorial = mucho escritor = poca calidad. El precio que tenemos que pagar nosotros los lectores que ya no sabemos ni qué escoger es una publicación indiscriminada de libros en donde vienen mezclados desde autores de gran talla hasta perfectos bodrios (alguna vez leí las críticas que Leonardo Aguirre solía escribir sobre esta última categoría de escritores -gran perverso, Leonardo). En otras palabras, poco profesionalismo: ahora todos quieren ser escritores, como si pateando un árbol, el talento cayera cual manzana.

                                      Empero, ¿es posible comprender el panorama en el que se encuentra la nueva narrativa peruana? ¿Y sirve de algo este tipo de eventos para demandar el reconocimiento de una generación que se abre paso en nuestra narrativa? El problema que se presenta aquí es el mismo que se da cuando empieza a circular en el medio una nueva antología de narradores jóvenes (y de esto podrá dar fe Gabriel). Lo que pretendo entonces es reconocer que pese a las limitaciones, el ciclo que realizamos ha sido un grano de arena en el castillo. Falta de difusión (pese a todo), cierta arbitrariedad, inexperiencia, entre otros defectos. 

                                      Espero con ansias que el señor Médem pueda leer este post y que pueda comentar algo al respecto. De ser así, le hago llegar la invitación para que asista (si es que, como parece obvio, no se tratase del cineasta) a la última fecha en la que presentaremos al escritor Marco García Falcón. La cita es el viernes 26 al mediodía en la sala de Grados Antenor Orrego, en el local central de la UNFV ubicado en la avenida Colmena.

                                      09 septiembre 2008

                                      Verástegui o el testimonio de un offsider

                                      _________________________________
                                      »» Enrique Verástegui nos recibió en su casa de La Molina para dialogar y conocer un poco más de ese ser esquivo y misterioso, sus ámbitos, sus soledades. A sus 58 años, Verástegui es quizás el poeta vivo más importante de la generación del ’70 en adelante.

                                      »» Por: Armando Alzamora.
                                      _______________________________________




                                      Es un sábado de junio. La Coaster nos conduce a un ritmo bastante lento y adormecedor. En algún momento del viaje el cobrador nos anuncia: «Es aquí, chochera». Pagamos el pasaje y nos bajamos. En ese rincón remoto de la ciudad se respira armonía, serenidad. Pero mientras nos acercamos a la casa del poeta la calma decrece. «Verástegui nos está esperando desde hace una hora», dice uno de mis compañeros. Imaginamos una casa muy grande; propicia para la inspiración sosegada de un poeta, pensamos. Entonces llegamos a la dirección indicada. La casa no es muy grande; tampoco pequeña. Tiene dos pisos y un patio espacioso plagado de tiestos con helechos. Me aproximo al enrejado y toco el timbre. Pasan algunos segundos que parecen interminables. Hasta que al fin aparece tras la puerta la inquieta figura del poeta. Mantiene una expresión apacible y traslúcida; su sonrisa parece perenne, como si siempre estuviera contento.

                                      «Hola», nos dice al llegar a la entrada, «¿cómo están? Enrique Verástegui, mucho gusto». Cada uno se presenta por su nombre. Nos invita a pasar. Cruzamos el patio e ingresamos a la casa. La sala es un ambiente pulcro, con piso de parquet y las paredes blancas. «Mi madre mantiene todo esto muy limpio», nos dice. Hay algo de niño en este hombre -pensamos-, algo que perdurará hasta sus últimos días. Nos apostamos cómodamente en los amplios sofás. «Hemos traído un vino para brindar, don Enrique». El poeta asiente, mientras se acomoda las gafas. Entonces, se aproxima al cuarto contiguo y vuelve con cinco copas y un cenicero. Se sienta con nosotros, servimos el vino, prendemos algunos cigarros e iniciamos la conversación.

                                      «¿Cómo están, muchachos?», nos dice, «es un honor tenerlos aquí». Muy timoratos, tanteamos ciertas preguntas, repasando algunos temas menores antes de intentar penetrar en su confuso universo. Este hombre, sabemos, ha leído más de mil libros. «¡Qué mil libros!», nos dice, «¡Cien mil libros en toda mi vida!». Por ello, confiesa, con mucha modestia, que se considera un erudito. «Yo puedo hablar de todos los temas, ustedes propónganlos que yo converso». De manera que aquella información resulta muy útil para abordar los temas que nos interesan. Inevitablemente nos inclinamos por hablar de su tiempo, de su generación, del movimiento Hora Zero. «Yo he sido un offsider», nos cuenta, «poéticamente me formé muy aparte de ellos, aunque los frecuenté siempre y fuimos grandes amigos, con ideales compartidos». La conversación no es fluida, y por ratos se torna áspera y pesada.

                                      En un determinado momento, nuestro afán se centra en definir sus influencias. «Pero es tanto lo que leído», nos dice, «que les mentiría diciéndoles que estoy influenciado por unos pocos; todos, absolutamente todos, han dejado en mí su huella». Surgen, entonces, diversas preguntas: Barcelona, París, Oquendo de Amat, Kristeva... «Jamás conocí a Julia», contesta, «pero la admiro, es una mujer muy inteligente». Su sinceridad nos sorprende. «A quien sí conocí fue a Ginsberg, a Paz, a Bolaño... Severo Sarduy fue mi amigo».
                                      ¿Y qué tan cierta es la leyenda maldita de Verástegui? Él afirma: «Yo no soy tan bohemio como la gente cree. Me tomo un vino tranquilo en mi casa pero sin molestar a nadie. Nunca probé droga alguna». Difícil evitar la incredulidad. Y sin embargo, «El negro» -como le llaman sus amigos- posee lo que pocos poetas de su generación tuvieron: un talento excepcional.

                                      Es, sin duda, un ser diferente. Su curiosidad radica en su enajenación. Verástegui parece vivir para adentro. No nos incita al silencio ni al estruendo. Nos hace entender de qué lado está cada uno. Pero es algo que no se comprende en ese instante, sino días después. Aquél universo propio en el que habita ha sido siempre inextricable. Y si para él, como dice, la locura es mundana y no forma parte de su vida, para nosotros, en cambio, parece habérselo llevado a «los extramuros del mundo», mas no alejándolo del todo, sino refugiándolo en una costa cercana desde donde contempla, con vital alegría, y vital desazón, la existencia y los años que van de la mano.

                                      No es verdad que la tarde se haya acabado. Sin embargo, llega la hora de partir. El poeta accede amablemente a tomarse las fotos. Nos pide que se las enviemos. «Así será, don Enrique». Nos ponemos de pie y nos acompaña a la puerta. «¿Están felices?», nos dice. En realidad parecemos confundidos, pero sí... la alegría es distinta y no distante. «Llámenme cuando gusten, muchachos, yo estaré encantado de recibirlos». «Así será, don Enrique». Nos despedimos. Un apretón de manos. Un abrazo. «Hasta pronto»

                                      Nos alejamos pensando, cada quien por su lado, que algo extraño ha pasado esta tarde, que hemos libado un vino con un bardo y que a pesar de ello todo ha sido fugaz y lejano. ¿En qué momento acabó? Hurgamos respuestas que no existen y nos proponemos, ciegamente, a seguir el camino. La poesía quizás nos depare rumbos sinuosos y disímiles o, como los de Verástegui, curiosos y enloquecedores.

                                      01 septiembre 2008

                                      Crítica ficcional de un «Cuento no ficcional»

                                      ___________________________________________________________________
                                      Por: Armando Alzamora


                                      En el breve texto que Jorge Vergara titula «Cuento no ficcional», se lee lo siguiente: «Cuando el punto suceda a la letra habré terminado de escribir». Se suscita un problema. Si el punto marca el fin de la escritura, ¿qué es el punto exactamente?, ¿es escritura misma o simbolización delimitadora entre lo escritural y el vacío? Existen dos hipótesis: una idealista; la otra, materialista.

                                      La primera afirma que si el punto es escritura, tendríamos que admitir que el punto no es el fin, pero sí lo es el vacío que le sucede. Dicho de otro modo, con el punto daríamos por acabado el terreno escritural y tendríamos que pensar en una línea, invisible acaso, que suceda al punto y que delimite claramente el enunciado escrito. Esta hipótesis es idealista, porque se entiende que la línea no existe en lo concreto, está pero no está, es ideal per se; una necesidad ontológica.

                                      La segunda hipótesis (materialista, se entiende) nos dice: Si se diera el caso de que el punto fuese el límite, entonces tendríamos un problema estráticamente ontológico, ya que no puede probarse la existencia de un «más allá del punto», pero sí la de un «más allá de la escritura»: estrato moroso, inexpugnable, siempre en pérdida: el punto. Con ello tendríamos que admitir que el punto es un objeto autónomo e insular (como la línea invisible pero visible) que linda (siempre, hay que decirlo) entre el vacío y la escritura. En conclusión, la escritura se delimitaría a sí misma, es decir, posee sus fronteras, es finita, con o sin punto.

                                      De uno u otro modo, se prueba que el texto de Vergara es un sofisma. En efecto, el punto nunca marcaría el fin de la escritura.