19 julio 2009

Crónicas urbanas - El clandestino

>>Por: Richard Chávez<<
Colaboración especial para OTRAS VOCES
Publicado en www.richardchavez.blogspot.com y en Diario Correo.
______________________________________________

A la 1 de la madrugada el mercado modelo está lleno de camiones con mercadería, de cargador es que llevan en sus espaldas inmensos sacos con verduras, de señoras con mandiles anunciando la venta de sus patitas de pollo, de guardianes durmiendo entre los bultos, de noctámbulos jugando al casino y fumando unos cigarritos, pero por ningún lado se asoma ese peligro que tanto se comenta.

Mientras mi compañero va alistando la Canon unos serenos nos advierten: “cuidado con tu cámara, no falta un pirañita faltoso”. Gracias, pero precisamente hemos venido para entrevistar a un hijo de la calle, a un prohibido por la ley, a uno de aquellos que salen en las portadas de los diarios con la cabeza gacha escondiendo un nombre falso detrás de un alias, sometido ante los brazos de dos policías que lo culpan de haber arrebatado un celular o la cartera a alguna distraída señora.

Caminamos entre el laberinto de galerías artesanales con mucho cuidado, no por las advertencias, sino para evitar caer en una laguna negra. Llegamos a la zona de los comideros y a lo lejos divisamos que encima de unos bultos hay un niño durmiendo envuelto en sí mismo. Nos acercamos. El “Bad Boys” de la parte de atrás de su polo lo maquilla de pirañita. Lo despertamos, y a pesar de que no le hemos sacado cita nos da la mano. Balbucea palabras indescifrables. Está fumado, advierte mi compañero llevándose dos dedos a la boca. Pero el niño tiene la intención de comunicarse y lo hace por señas, le entendemos. Concluimos que no está drogado, no es como nos lo han pintado. Por un momento desatiendo sus palabras y me pongo a contemplar su dormitorio: la cama, una madera; el cubrecama, una caja de leche gloria; y por la forma en que lo encontramos, sus brazos, hacían las veces de almohadas.

El pequeño después de varios intentos logra decirnos su nombre: Alex Mamán Pérez. Con esos cartones ha idealizado el calor que sus padres le dieron hasta los dos años de edad. Desde esos cortos años vivió en un hogar para huérfanos. Pero a los siete años escapó de ahí, luego de aburrirse de la ley de la lluvia, ahí donde todos se mojan: “si alguien robaba a todos les caía golpe, nos daban duro en los pies”. A partir de ahí se entregó a la calle y pasó a ser un “clandestino”. A pesar de ser natural de “la frontera” se adaptó a Trujillo, la ciudad de un país desconocido a donde nunca supo como llegó.

Siempre ha dormido en la calle, en donde el frío ha hecho de las suyas, provocándole una enfermedad a los huesos. “Puedo darle vuelta a mis brazos como si fuera un tornillo; soy el hombre de goma”, dice mostrando su arqueada extremidad. Desconoce que padece de osteogénesis imperfecta, enfermedad conocida como “los huesos de cristal”; escasez de colágeno que causa fragilidad y debilidad a los huesos. De pronto nos sorprende diciendo que su edad es dieciocho, pero es tarde, ya nos hemos acostumbrado a tratar a un niño de trece, como si hubiera sabido que llegábamos y hubiera practicado para sorprendernos con su ternura.

Almuerza gracias a sus tradicionales “batidas” que consiste en reunir lo regalado por las vendedoras del mercado. Por la tarde, en la Gullman, limpiará las lunas de los carros, así habrá calmado las ganas que un día tuvo de limpiar su ciudad cuando soñó ser abogado. Por las noches, en los comideros, recogerá los desperdicios de la gente, pero hoy será distinto pues el señor Héctor Córdova le invita a sentarse a su mesa para degustar un plato de comida. Mientras sus ojos se dilatan por la rudeza que Arnold Schwarzenegger muestra en el televisor, nos pregunta si nos gustan las películas de terror. Su intención es notoria y enseguida nos cuenta que cada vez que visita Ayabaca compra dividís con traducción al español, pues en el hogar nada hicieron para resguardarle contra el analfabetismo. Son las cabinas de Internet las mejores butacas para disfrutar de Saw, El Aro, El duende maldito, La Llorona, como si el maldito terror solo fuera parte de la ficción del séptimo arte.

La calle le ha puesto en bandeja diferentes tipos de drogas: la adictiva pasta básica, la alucinógena marihuana que hoy inmortaliza con un tatuaje en su hombro y harto terokal para calmar el hambre. Pero esa madre también le ha enseñado a protegerse, por eso lleva entre sus herramientas de defensa personal un desentornillador, por si alguien quiere robarle el dinero que está reuniendo para comprar hilos y lanas con los que se dedicará a la confección de pulseras, adornos para el cabello y otros accesorios de bisutería artesanal. Lleva un pequeño cuchillo, que huele a mar, con el que desescama el pescado que luego preparará con tan solo un limón.

La llegada del amanecer nos separa de su mundo, él se entregará al frío que a lengüetazos lo hará suyo. Nos da la mano, y mientras sonríe en esa realidad oscura se va acostando en la madera. Y como si cerrara las cortinas de su hogar se va metiendo dentro de su polo, otra vez para parecerse a una tortuga. Sus ásperas rodillas se convierten ahora en sus almohadas. Y mientras su estómago, a mano abierta, charlará toda la madrugada, y los gatos arrullaran sus sueños, el clandestino cerrará los ojos para soñar una ficción, también oscura, como la de las películas de terror que a él tanto le gusta ver.

Regresamos varias madrugadas pero Alex ya no estaba, seguramente había hecho de alguna vereda, un bulto o una esquina su nuevo aposento clandestino.

                                      • Edición: Mgtr. Susana Terrones Juárez – UDEP.
                                      • Fotografía: Cote Arbaiza.

                                      10 julio 2009

                                      Entrevista a Martín Roldán Ruiz. A propósito de la aparición de su segundo libro ''Este amor no es para cobardes''.

                                      >>Por: Armando Alzamora<<
                                      El próximo 31 de julio en el marco de la Feria Internacional del Libro 2009 se presentará el segundo libro de Martín Roldán Ruiz, Este amor no es para cobardes, un conjunto de relatos que gira en torno al tema de la violencia en el fútbol. El autor me concedió gentilmente esta entrevista en donde conversamos, a propósito de su publicación y del clásico que se nos viene, de dos pasiones que compartimos: la literatura y el fútbol. ¿Quién dijo que estos temas no eran conciliables?
                                      ___________________________________________

                                      AA: Martín, tengo la certeza de que tu obra, empezando por Generación cochebomba y ahora con la aparición de Este amor no es para cobardes, marca una especie de hilo vivencial en el que quedan manifiestas tus dos grandes pasiones, es decir, el rock subterráneo y el fútbol, respectivamente. Debo admitir además que tu acercamiento con ambas expresiones de nuestra cultura es muy estrecho, a ultranza te diría, bastante sincero. Me gustaría que nos dijeras ¿cómo sientes el traspaso de esas vivencias al plano de la ficción?

                                      MRR: Sí, de hecho algo que es característico en mi persona es el apasionamiento, por todo lo que hago, hasta en las cosas más simples. Y eso viene desde niño. Pues bien, ya de adolescente cuando participé de la mancha subterránea lo viví de manera tan intensa que me permitió escribir Generación cochebomba. Ahora, paralelo a esto, y como todo niño urbano, siempre me gustó ir al estadio con los amigos del barrio. Desde muy pequeños íbamos a los famosos dobletes o tripletes para ir a ver a Alianza, a pesar de que vivíamos en Breña. A veces no teníamos para la entrada pero rogábamos a una persona mayor para que nos haga entrar, en esos tiempos cuando aún dejaban entrar a un niño con una persona mayor al estadio. Esa afición que luego se convirtió en militancia, hasta ahora, es el material que me ha permitido escribir lo cuentos de Este amor no es para cobardes, que se basan en la violencia alrededor de los hinchas de fútbol. Pero, ojo, no son cuentos de fútbol, más bien en el contexto que rodea a este espectáculo deportivo, trato temas humanos como la marginación, la alienación, los conflictos sociales, enmarcados en el plano de la violencia urbana.
                                      En cuanto a cómo me siento escribiendo estas vivencias. Es bacán plasmar algo que has vivido, de cerca o no, y forjar una obra que va a identificar a las personas que lo lean. Pero, siempre tratando de expresarlo de la manera más honesta y sincera. Yo tenía la necesidad de expresar ciertos aspectos de la realidad que ya tocaba en mi novela Generación cochebomba, pero obvio que tenía que ser desde otra perspectiva, desde otra óptica, y pude darme cuenta de que dentro de una barra, en la cual participo, se veían plasmados. Así que en el 2004 más o menos empiezo el primer cuento y así sucesivamente hasta acabar los siete que lo conforman.
                                      AA: Respecto a esto último, cuéntanos algunos detalles sobre el proceso de escritura y edición de esta nueva publicación que se presentará, según tengo entendido, el 31 de julio en la FIL...

                                      MRR: En el 2004 fue que me propuse escribir cuentos sobre la barra. Estaba llevando el taller de narrativa de la San Marcos, y deseaba sacar provecho de lo que estaba aprendiendo. En ese taller presenté el cuento ¿Quiénes son los culpables? –en el libro se titula simplemente Culpables– y recuerdo que obtuvo la máxima nota. De allí en los siguientes talleres, presenté dos cuentos más sobre la misma temática. Recuerdo que el profesor Antonio Gálvez Ronceros, me preguntó si pensaba escribir un libro de cuentos sobre este tema, a lo que respondí que ésa era mi intención. Me dijo que estaba muy bien eso, porque esos cuentos fueron bien recibidos, incluso desató una conversa sobre fútbol con él, que es hincha del Municipal. Recuerdo que nos narró un gol del sudamericano del 53 en Lima, con el que Perú le ganó a Brasil. Era un privilegio escuchar cómo narraba la jugada, el pase, el remate y la celebración. Ya se imaginarán, no había televisión, y los hinchas grababan en su retina las jugadas memorables. Otro que me alentó por seguir escribiendo ese tipo de cuentos fue el profesor del taller Jorge Valenzuela. A los dos realmente le estoy bastante agradecido, porque me aceptaron como alumno libre y porque aprendí bastante con ellos, sobre todo los cuentos de este libro.
                                      Posteriormente hubo un bajón, no podía escribir nada, como que ciertos acontecimientos limitaron mi imaginación y mis ganas. Hasta que conocí a una persona bastante especial, cuya cercanía me dio esa paz y esa tranquilidad necesaria para poder escribir los cuatro cuentos restantes de Este amor no es para cobardes y otros que tengo para otro tipo de libro. Por esos momentos junto a ella, es que se lo dedico. Entonces con los cuentos necesarios, era menester publicarlo. Yo había sacado Generación cochebomba de manera independiente, y estaba recogiendo los frutos de las ventas por partes, lo cual no me permitía sacarlo de la misma forma. Pero tuve la suerte de ir a la presentación de El mundo sin Xotchil de Miguel Gutiérrez y me encontré con Gabriel Ruiz Ortega, a quien había conocido recientemente. Con él estaba un amigo suyo que al final resultó ser editor de Norma, David Abanto. Conversando con ellos pregunté, sin saber que David lo era, cómo podía hacer llegar un manuscrito a un editor. Es allí que David me dice que es editor de Norma. Pues bien le expliqué de qué trataban los cuentos. Sin ningún compromiso me dijo que se los hiciera llegar. Bueno, al tiempo le entregué los cuentos y después de unos días me escribe diciendo que le gustaron, y que lo iba a proponer a la editorial. De allí ya todo ha pasado tan rápido que estamos a pocos días de la presentación.
                                      AA: Hace dos años tuvimos la ocasión de publicar un cuento tuyo en la desaparecida revista de narrativa Otras voces. Recuerdo que entonces lo que me sorprendió de tu prosa fue el ágil dominio del lenguaje propio de las barras. Ya como algo personal, te cuento que durante tres años fui integrante de la Trinchera Norte, así que conozco bien los códigos y jergas que se emplean en dicho contexto. Por ello y por mi vocación literaria, admito que es una labor harto compleja trasladar este lenguaje a un plano escritural, y más aún, ser eficaz y verosímil dentro de la ficción. ¿Cómo definirías tu relación con este lenguaje? ¿Lo consideras parte de un aprendizaje empírico o de una exploración?
                                      MRR:
                                      No fue muy difícil te diré, porque yo soy barrista y he convivido con ellos durante años, y me he empapado de su lenguaje y de sus códigos. Por eso cuando configuraba un personaje de este tipo, la forma cómo habla y cómo piensa no me es ajena. Ahora bien, en el plano literario, esto es algo que preguntaba siempre en los talleres: ¿qué tan eficaz era usar el lenguaje propio de estas agrupaciones en los personajes para hacer más creíble o verosímil lo que deseba expresar? Porque hay opiniones distintas. Por decirte, cuando llevé el taller de Cronwell Jara en el 2002, presenté un cuento de un delincuente con un destino trágico. Bien, el lenguaje que usé fue propio de un lumpen. Y Cronwell me recomendó no usarlo en demasía porque confundiría a un lector no informado del argot delincuencial. Eso chocaba con mi creencia a partir de mis lecturas de Reynoso, que fue el que introdujo la jerga urbana a la narrativa peruana. Luego en el taller de San Marcos invitaron al mismo Reynoso, y nos leyó un adelanto de su reciente libro El goce de la piel, donde el personaje Malte –que el mismo Reynoso aseguró lo había sacado de Rainer María Rilke– es un muchacho marginal, que comanda una manchita de barrio. Lo que nos leyó fue un pasaje con un lenguaje muy hermoso, que otra vez colisionaba con lo que yo pensaba era lo correcto, ¿cómo unos muchachos marginales, podían hablar tan poéticamente? Le hice la pregunta y me dijo algo que nunca voy a olvidar: “En este caso, el lenguaje también es ficción”. Y luego nos explicó que a pesar de usar la jerga lo que deseaba era crear belleza a través del lenguaje, y la jerga también podía servir para ello. Entonces ¿en qué quedamos?, pensaba yo, ¿estaba bien usar tal cual la forma de hablar para hacer más creíble a un personaje o no? La respuesta vendría días después cuando el profesor Gálvez Ronceros, explicó el cuento Hombre de la esquina rosada, de Borges. Hay un pasaje donde el narrador, que es un compadrito, un hombre de los arrabales de Buenos Aires, se refiere a la belleza de un personaje llamado La Lujanera. Como es un personaje poco instruido, habla en lunfardo, y al no tener las palabras para expresar la hermosura de esta mujer, se vale de figuras para decirlo. Y es verdad, pues, que me di cuenta que entre la gente de la barra cuando no encuentran las palabras para expresar algo lo manifiestan con figuras. ¡Allí estaba la clave!:¡ La jerga tiene que estar presente si es necesario, pero si se utiliza de forma que lo complementario ayuda a la rápida comprensión, pues es mejor así, literariamente, porque sin perder la esencia del lenguaje de determinado grupo humano, estás creando belleza a la vez. En ese sentido para mí, fue un aprendizaje empírico y también una exploración, ¿no?
                                      AA: Me gustaría hablar ahora de fútbol. Tengo entendido por el cuento que leí y por lo que me comentas que tu libro está focalizado desde la perspectiva de un hincha aliancista. ¿Qué momentos futbolísticos, felices o amargos, te han marcado como hincha? Yo por ejemplo, como hincha de la U, te diría que quizás mi mayor alegría fue en el '99 cuando campeonamos en Matute, pero también recuerdo ratos muy amargos, como la última Copa Libertadores o el famoso 6 a 3. ¿Qué puede decirnos Roldán Ruiz como hincha de Alianza Lima?

                                      MRR: Empezaron los problemas (risas). Para mí ser hincha de Alianza es una de las mejores cosas que me han pasado. Agradezco a mi viejo por haberme hecho aliancista, por haberme llevado a la inauguración del estadio de Alianza cuando yo tenía cinco años, recuerdo muy bien pasajes de esa experiencia, y también por inculcarme ese amor por los colores y por todo lo que representa ese equipo para el Perú. En cuanto a momentos hay muchos, alegres y tristes, pero no quiero caer en lo común de que fue la tragedia del 87 lo más triste. Quizás para muchos lo fue, y me incluyo, pero como hincha militante hay momentos que para mí son más tristes incluso. Momentos alegres igual. Es que esto de ser hincha ciento por ciento, va más allá de un partido de futbol. Como dice un lema: “No son noventa minutos, es toda una vida”.
                                      AA: ¿Consideras que en tu obra podría hablarse de identidad, en el sentido que se ve representada la construcción que determinados sujetos hacen de sí mismos? Pongo como ejemplo la pelea entre barras que relatas en el cuento Culpables, donde los protagonistas discurren entre el envalentonamiento desmedido y el pánico. Quiero decir, más allá de las rivalidades, e incluso de las representaciones de tu libro, ¿puede hablarse de una identidad aliancista y una identidad crema? Me gustaría saber tu opinión.

                                      MRR: Claro que las hay. En el imaginario de ambas comunidades futbolísticas, están bien marcadas y diferenciadas y representan lo que es el Perú de alguna u otra forma. Vasta con leer los foros de discusión de los hinchas de ambos equipos para que te des cuenta cuáles son los prejuicios, discriminaciones, anhelos y aspiraciones de ambas hinchadas. Por ejemplo entre los de Alianza hay una identidad muy marcada de pueblo y de cercanía a la cultura popular desde sus orígenes. Esto configura una identidad de sacrificio y también trágico, por todo lo que le ha sucedido al club en su historia. Pero siempre ha sabido salir adelante, sino no sería una de las instituciones más importantes y que tiene la mayoría de hinchas en el Perú, según las últimas encuestas. Entonces, esto conlleva a que crean que los cremas son todos blancos, pitucos, y por ende cobardes. Una de las chapas con que los denominan es la de ''cabros''. Eso es una herencia de años atrás donde los de barrio marginal consideraban a los blanquitos de esa forma.
                                      En los de Universitario a pesar de su gran arrastre en diferentes sectores populares, aún mantienen, quizás inconcientemente, esa idiosincrasia con la cual fueron identificados por mucho tiempo, la identidad del blanco y pudiente. Basta con ver los insultos con que se refieren a los hinchas de Alianza, donde el racismo es latente, a pesar de que muchos de sus hinchas muy bien podrían estar incluidos. O ese pensamiento de creerse superiores por haber sido creados de estudiantes universitarios –a diferencia de Alianza que nació de amigos de barrio–, o de tener más campeonatos o de tener un gran estadio en una zona residencial. Esa manera de pensar engloba a sus hinchas, desde el más marginal hasta el más acomodado. Es su identidad, y aunque he sabido que quieren cambiar esa forma de pensar, les resulta difícil, porque aún se mantiene Entonces, ¿no es un Perú lo que se refleja allí?
                                      AA: Pasando a otro asunto, en una conversación que tuvimos hace unos meses, comentábamos sobre el libro de Donald Shaw Nueva narrativa hispanoamericana (Cátedra, 1981) y sobre la especificidad que se le asigna a este género en nuestro continente, cuya tendencia ha apuntado desde sus inicios a la construcción de proyectos de nación para insertarlos en el imaginario colectivo. Yo tengo una postura muy escéptica al respecto, pues considero que esta posición deja de lado otros aspectos trascendentales y característicos presentes en nuestra narrativa. En este sentido, ¿me gustaría saber si consideras importante que el autor denuncie a través de su obra la problemática política y social en que se vive, o crees más bien que los aspectos que definen ‘’lo específico’’ de nuestra literatura tienen relación con el plano expresivo?

                                      MRR: Primero, y hablo desde mi experiencia, el escritor debe escribir lo que le dicte su conciencia, pero debe escribirlo sin descuidar que lo que está haciendo es arte. Uno puede hablar de lo que sea, pero siempre teniendo en consideración esto que te digo. Aunque no lo creas yo no pretendo que en mis cuentos o escritos haya una denuncia de tal o cual cosa, yo solo expreso lo que determinadas cosas me inquietan. Si el lector ve en ella una denuncia de algo o no, es cosa de ellos, pero lo que me concierne a mí, no pretendo denunciar nada, porque lo que haría no sería literatura sino propaganda. Ahora bien, si hay la necesidad de denunciar ciertas cosas, pues existen medios más eficaces y consecuentes que una novela o un cuento.
                                      Lo que sí no descarto, es que todo lo que escriba, así sea un cuento fantástico, va a remitirnos necesariamente a la realidad. Yo no pretendo maquillar las cosas, si estoy escribiendo de un momento histórico del país, y tengo que decir que el presidente es un asesino, lo diré. En Generación cochebomba, antes que denunciar algo, mi intención era que se conociera un aspecto de esos años terribles desde el punto de vista de los subtes, tal como me sucedió a mí con Conversación en la catedral de Vargas Llosa, sobre los años cincuenta. Entonces creo que eso contribuye a que nos vayamos conociendo como peruanos, y contribuye a ese proyecto de nación que tú mencionas en tu pregunta.
                                      AA: Ha estado muy en boga, a raíz de tu participación, junto a Julio Durand y Rafael Inocente, en el coloquio ‘’Guerra y Literatura’ desarrollado el año pasado en Lima, encasillarte dentro de un grupo de escritores ‘’marginales’’ que escriben sobre temas referentes a la violencia política. Y más aún, he leído afirmaciones donde se les tilda desde renegados hasta incomprendidos. ¿No consideras una falsa conciencia de clase pretender que los discursos emitidos por determinados sujetos desde su lugar de enunciación sean veraces o cercanos a una supuesta verdad? Es decir, ¿cómo pretender que Cueto escriba como Inocente o viceversa? ¿No crees talvez que se trate de un juicio equivocado?

                                      MRR: Claro, y eso no hace menos una obra, porque un cuento o una novela es el súmmum de todo lo que un individuo tiene consigo. Yo no voy a escribir algo que trate, por decirte, de la violencia que tanto ha afectado a los peruanos, y que sea similar en puntos de vista a los de una persona que ha crecido en distintos ambientes de una misma ciudad. Cada uno tiene un punto de vista distinto. Eso es lo bueno de la literatura, que puede darnos una visión distinta de una sola cosa. Ahora que sea valido o no, eso escapa a los autores. Yo no buscó la validez en una obra por eso, sino en otros aspectos que van por el lado de los sentimientos, no por lo racional. Para tal caso leo un ensayo y no una novela o un cuento. Si a mí una obra me conmueve, sea el tema que sea, y escrita por quien sea, me parece válida. Así de simple.
                                      En cuanto a que me hayan encasillado como escritor marginal, será porque publiqué Generación cochebomba de manera independiente, y porque no he aparecido en los medios que según se afirma están manejados por una mafia, pero no me consta, ni me interesa la verdad. En todo caso, ahora que publico en una trasnacional, como es Editorial Norma, y que seguro tendrá una mayor atención de los medios, pues ya no encajo dentro de lo marginal. Eso a mí me tiene sin cuidado. Aunque te diré que nunca me han gustado las etiquetas, pero son inevitables. Y sobre eso de que soy un renegado e incomprendido, eso salió de ciertos comentarios en un blog, comentarios lanzados sin ningún sustento. Porque, primero, no me conocen personalmente, y porque se afirmó que ese conversatorio se dio a raíz de la publicación de la última novela de Iván Thays, cosa por demás falsa porque fue organizada para hablar de cómo la violencia había determinado la creación de nuestras novelas. Y a eso me centré en mi intervención. No voy a ser tan tonto, de tener pocos espacios para hablar de mi libro y voy a perder el tiempo hablando de otro autor, ¿no crees?
                                      AA: Finalmente, pasados dos años desde tu aparición en la palestra literaria con Generación cochebomba, ¿cómo ves la recepción de tu obra por parte de la crítica y del público en general? ¿Cómo te va en el oficio y cuáles son tus expectativas?

                                      MRR: Para mi el mejor crítico es el lector, ése es el que me interesa porque te dice sinceramente si tu obra es válida o no. Por eso que me hayan escrito lectores peruanos y extranjeros que han podido leerla, contándome sus impresiones, las cuales son positivas, me hace sentir satisfecho de que hice un buen trabajo. Aparte las palabras de escritores con buen nombre dentro de la literatura peruana, quienes han destacado ciertos aspectos de Generación cochebomba, me confirman este pensamiento.
                                      En cuanto a mis expectativas, lo único que deseo es poder escribir todos los libros que pueda escribir, y si son publicados de la forma que sea, con una editorial o independientemente, pues colmaran esas expectativas.
                                      AA: El domingo ganamos…
                                      MRR:
                                      “Ganamos” se refiere a que me hablas de la mayoría y en ese aspecto como Alianza Lima es el Perú y el Perú es Alianza Lima, pues de hecho que ganamos ¿o lo dudas? (risas).
                                      AA: Un gusto, Martín. Gracias por la entrevista. ¡Y dale U!

                                      MRR: Asumare, o sea que con cachimba viene la cosa (risas)... pues ¡Arriba Alianza toda la vida!

                                      Fotografía: Rocío F.


                                      _______________________________
                                      MRR responde:
                                      1. Ribeyro:
                                      -Maestro de cuentos.
                                      2. Vargas Llosa:
                                      -Maestro narrativo.
                                      3. Oswaldo Reynoso:
                                      -Maestro en la búsqueda de la belleza del lenguaje.
                                      4. Miguel Gutiérrez:
                                      -Maestro en el compromiso con la literatura.
                                      5. Novela:
                                      -Una totalidad
                                      6. Cuento:
                                      -La totalidad de lo efímero
                                      7. Rock subterráneo:
                                      -El movimiento juvenil y contestatario más honesto que haya habido en el Perú.
                                      8. Daniel F.:
                                      -Después de Pinglo el mejor compositor de música popular del Perú.
                                      9. Alianza Lima:
                                      -Una de las maneras de sentir y de amar al Perú.
                                      10. Universitario:
                                      -La otra manera y el eterno rival a vencer en todos los aspectos.
                                      __________________________________