03 septiembre 2009

Crónicas urbanas - Aderezo urbano de madrugada

Por: Richard Chávez

Colaboración especial para OTRAS VOCES
Publicado en http://www.richardchavez.blogspot.com/ y en Diario Correo.
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A las doce de la noche la ciudad es cubierta con una manta negra; los bordes de los edificios desaparecen, los colores fallecen lentamente, y sino fuera por la luna, Piura quedaría totalmente a oscuras. En el centro de la ciudad, jóvenes universitarios cierran las transnacionales para las que trabajan. Piura está lista para irse a dormir. Pero son los huequitos, o huariques como los llaman en la capital, los negocios sonámbulos que romperán con estas reglas de media noche. La cocción de papas, carnes, embutidos, etc. esparcirán un olorcito con el que más de uno se verá seducido, pues en la mayoría de estos lugares se come rico, harto y barato. ¿De qué serviría entrar a un restaurante con platos de porcelana si es que nuestros estómagos no salen satisfechos?

Uno de estos huequitos está situado en Castilla, y es Romans quien lidera en ventas gracias a sus gruesas hamburguesas llenas de papas fritas combinadas con un rico huacatay. Por el lánguido precio de un sol cincuenta vende corpulentos panecillos para la gentita “más calle pero elegante” que estará esperándolo, y “aunque sea una papita más”, mientras escuchan la invasión de los chispazos de cremas a sus pedidos. “Son tan grandes que cansan comerlas” comenta una caserita. Lleva 5 años en el negocio, pero cuando llegó a vender a la zona los vaguitos se la hicieron difícil, por eso debió contratar al Varón para que le vuelva la calma al negocio que al día gasta un balón de gas. Desde ahí el negocio marcha en total tranquilidad, como la madrugada misma.

El baile quizá es la forma más sana y divertida de bajar de peso, pero practicarlo también implica hambruna. Y eso bien lo sabe Juan Carlos Arellano, conocido como El Zambo del Tony`s, que a las 2 a.m. deberá estar alerta para atender a “los pipiri night” que salen de los lugares miraflorinos. También deberá estar presto porque por estos días en “su esquina” le han plantado unos gruesos fierros con el propósito de acabar con su negocio que lleva doce años de antigüedad y con el que mantiene a sus tres pequeños hijos. Ahora más que nunca deberá tener en su mano ese frasco con ají con el que muchas veces llegó a cegar a los municipales que intentaron echarlo injustamente de “su esquina”.

Comer en estos lugares no solo significa engañar a nuestros cardiólogos, sino ayudar a conservar nuestra rica gastronomía piurana, a atesorar la sencillez de la carne y los platanitos fritos, el uso de la chicha para las menestras y otros secretos que hacen más sabrosa nuestra comida. Uno de estos lugares que se dedica a conservar el criollismo, y no solo en sus comidas sino en sus paredes adornadas con ponchos y sombreros, es La Choza, con más de 30 años en el mercado, cuyo primer local literalmente era una chocita. A las 3.a.m. el local rebalsará de exigentes clientes quienes elijarán entre un tacu tacu, una milanesa de pollo o un acorazado que es el plato mas solicitado por los “de la witch”.

A las cuatro de la madrugada -luego de que en todas las discotecas se haya colocado los últimos largos remixes- los juergueritos deciden “terminarla” en El Trébol, en donde además de vender cerveza se atiende hasta quemar la última papa. Su dueño, “el gordo” Daniel Gutierrez, con sus muchos kilos de conocimiento en los negocios y en su preocupación por la satisfacción del cliente decidió vender pizzas a delivery. Lleva nueve años sudando delante de las freidoras y aireándose con la carta, abriendo el local toda la noche y madrugada. Un trajín que soporta a su buena alimentación; porque ese pechito, también come papa.

Al frente del Trébol, sentado en la esquina del Grifo Mega, Julio Vite Barranzuela burlará el frío abrazando su balde lleno de calientitos tamales. Todos los fines de semana prepara alrededor de doscientos cincuenta tamales, habilidad que viene de parte de la familia de su madre: Los Barranzuela, pues sus tres primos también venden esas granadas para hacerle la guerra a la hambruna. Pero ninguno de Los Barranzuela imagina que esos deliciosos bocados que venden en una esquina hoy son solicitados en restaurantes de varios países, y que también fueron ovacionados en Madrid Fusión 2009.

Son las cinco de la madrugada y todo aquel que camina a estas horas por la calle sentirá los brazos de plastilina. Para desaparecer estos padecimientos es necesaria una calentísima sopa de pata de toro que la encontraremos donde “Cordovita”; una insignia de la cocina piurana, una transnacional situada en el Mercado Modelo de Piura a donde la gente trabajadora o sonámbula llega a deleitarse con estos y otros platos acompañados con ese incomparable ají molido. Lleva cuarenta y cinco años atendiendo en los que solo apaga el carbón los veinticuatros de diciembre. Por esas mesas de manteles de plástico y servilletas de papel bulqui han llegado “los recomendaditos” que vienen desde Trujillo, Chiclayo, Tacna, incluso de la capital que en más de una oportunidad le han hecho un reportaje para la televisión nacional.

“A las seis de la mañana la ciudad se levanta de puntillas y comienza a dar sus primeros pasos. Una fina niebla disuelve el perfil de los objetos y crea como una atmósfera encantada. Los noctámbulos, macerados por la noche regresan a sus casas” luego de haber comido en estos huequitos. Ahora es el turno a los taxistas que, soplando el vaho en sus manos, pedirán sus bien despachados desayunos…

  • Edición: Mgtr. Inés Arteaga Campos – UDEP.
  • Fotografía: Cote Arbaiza.
  • Texto en negrita tomado del cuento de “Los gallinazos sin plumas” de Julio Ramón Ribeyro.