Paulo Franchetti
1. Apogeo y
declive de la historia literaria
Dentro de todas
las formas narrativas que dominaron los últimos siglos, ninguna parece haber
tenido más prestigio intelectual, ni sufrido mayor desgaste, que la narrativa
histórica. Hayden White, en 1966, diagnosticaba la existencia de una “actual
hostilidad contra la historia”, que él atribuía al carácter conservador de la
disciplina, cuyos practicantes continuaban proponiendo la narrativa histórica
como discurso producido a partir de un plano medio y neutro en el que se
armonizaban los procedimientos y presupuestos del arte (en el caso de la
literatura) y de la ciencia. En el diagnóstico de White, a medida que se fue
evidenciando el carácter constructivista de las formulaciones científicas y que
la narrativa moderna fue explorando maneras de narrar distintas del modelo
ochocentista, la reivindicación de los historiadores de que su disciplina
sintetizaba campos antitéticos fue minada por dos puntos de vista. Primero,
porque a lo largo del siglo XX, la ciencia y el arte pasarían a concebirse como
mucho menos antitéticas de lo que a mediados del siglo XIX. Segundo, porque la
mediación del discurso histórico fue siendo coherentemente postulada no como la
mediación entre arte y ciencia, sino entre dos concepciones de arte y ciencia
superadas. En palabras de White, una
combinación de la ciencia social de fin del siglo XIX y del arte de mediados
del siglo XIX. [1]
Lo que White dice
de la historia en general también vale para un tipo especial de historia, que
es la historia literaria. Esa disciplina disfrutó, desde finales del siglo
XVIII hasta, por lo menos, la época de Gustave Lanson (1857-1934), de enorme
prestigio. Hasta el punto de que la readacción de la historia de una literatura
nacional representara, hasta el final del XIX, el coronamiento de la carrea de
letras.
Por otro lado, a
partir del inicio del siglo XX, sobre las críticas de los formalistas rusos, de
la Nueva Crítica americana, del idealismo croceano y de los estructuralistas,
la historia literaria pasó a declinar en prestigio y en respetabilidad
científica.
El resultado de
ese periodo de desgaste puede ser anotarse en un texto famoso de 1967, titulado
La Historia de la Literatura como
provocación. En él, Hans Robert Jauss hacia esta constatación pesimista:
La historia de la literatura viene, en nuestra
época, haciéndose menos reputada – y, además, no de forma inmerecida. En los
últimos 150 años, la historia de esa venerable disciplina tiene inequívocamente
trillado el camino de la decadencia constante. […] En
nuestra vida intelectual contemporánea, la historia de la literatura, en su
forma tradicional, vive tan solamente una existencia nada más que miserable,
teniéndose reservado apenas en la calidad de una exigencia caduca del
reglamento de los exámenes oficiales.
Y continuaba:
Como materia obligatoria del currículo de
enseñanza secundaria, ella ya casi desapareció en Alemania. Por lo pronto,
historias de la literatura pueden aún ser encontradas, cuando mucho, en los
estantes de libros de la burguesía instruida, burguesía que, a falta de un
diccionario de literatura más apropiado, las consulta principalmente para
solucionar charadas literarias.[2]
Jauss,
historiando la decadencia del género y apuntando las razones de esto, tenía
como objetivo su rehabilitación sobre nuevas bases. El texto es bien conocido y
no precisa una presentación larga. Pero vale resaltar el esfuerzo de Jauss
para, por medio del concepto de “horizonte de expectativas”, proponer una nueva
historia inmune a la aporía básica apuntada por Wellek y que menciona el
respeto a la cuestión del juicio. La pregunta si queremos avalar un texto o acontecimiento del pasado desde el
punto de vista del presente o del “juicio de los siglos”, Jauss respondía con
la propuesta de una historia concebida como narrativa de la fusión de varios y
sucesivos horizontes de expectativa. Con eso, su objetivo era desensencializar
las categorías históricas: la historia sería nada más que la narración de la
“transformación” de formas y contenidos literarios, pero del lugar estructural
de ellos, de la “reocupación” de posiciones de horizonte de preguntas y
respuestas de cada momento aislado por el análisis.
No hay cómo negar
que la historia literaria, desde el punto de vista académico al menos, tuvo un
nuevo florecimiento con la “estética de la recepción” y con las nuevas
historias emparentadas con ella.
De tal forma que
el propio Jauss, en un texto escrito en 1987, puede tener un diagnóstico
optimista del futuro de la disciplina, basado en la esperanza de que las
historias particulares de la recepción pudiesen dar origen un día a una
historia narrativa sintética, semejante en nivel y prestigio, a las obras
clásicas del género.[3]
Cinco años
después, en 1992, Davis Perkins, en un libro denominado Is Literary History Possible?, también detectó una renovación de
interés por la historiografía literaria, principalmente en el campo de las
historias no canónicas, como las ligadas a la afirmación de los estudios de
género, etnia, etc., pero nunca solo. Sin embargo, Perkins no era optimista en
cuanto al futuro. Contrario al revivalismo que detecta en la historia
literaria, y que atribuía, entre otras razones, a las necesidades de
organización departamental y a los intereses de varios grupos en crear
genealogías, Perkins procedía a un riguroso análisis de los ideales que
moldearon y constituirían las bases del prestigio de la disciplina.
Integrando el
amplio abanico de la crítica originado del giro pos-lingüístico de la filosofía,
el libro de Perkins, desmenuzando las contingencias y contradicciones de las
formas del discurso de la historia literaria, defendía la tesis de que ninguna
historia literaria puede tener la ilusión de representar una comprensión
objetiva del pasado. No obstante, la historia literaria cumpliría funciones
precisas, entre las cuales, ella pasaba a agregar, en una determinada época, el
entendimiento o el placer de la lectura y, principalmente, la de servir como
una especie de antídoto sea a la absolutización del presente, sea a la
cristalización de una visión del pasado dada. [4]
Ese alcance,
aunque sumario, permite constatar que la disciplina de la historia literaria
vivió, desde el final del siglo XIX hasta el final del siglo XX, un largo
periodo de crisis, y que el género pasó por varios cuestionamientos que, si
bien no disminuyeron su importancia práctica, al menos alteraron profundamente
su lugar, relevo y aspiraciones en el marco de las ciencias sociales. De
narrativa modelo, que englobaba y conciliaba el conocimiento de otras
narrativas igualmente prestigiosas, y que tenía una función de primer orden en
la construcción de las visiones nacionales, el género pasó a ocupar un lugar
modesto en el campo intelectual, exigiendo continuo revestimiento y redefinición
de sus principios y metodología.
En Brasil, el
periodo de oro de la historia literaria es un poco más tardío de lo que se
presenta en los textos que tienen como objeto la literatura europea: comienza a
finales del siglo XIX y termina (si es que termina) en el último cuarto del
siglo XX. Su primer gran monumento es la obra de Romero, y el último es uno de
los libros más populares de su género, la História
Concisa da Literatura Brasileira, de
Alfredo Bosi.[5]
En lo siguiente, hubo algunas tentativas de síntesis individuales de afirmación
canónica de las que el mejor ejemplo es tal vez el libro de José Aderaldo
Castello, A Literatura Brasileira -
Origens e Unidade, publicada en 1999.
Desde hace
algunos años, aquí también, en la estela del prestigio creciente de los
estudios culturales, es notable un renovado interés por la perspectiva
histórica, pero ahora alejada del canon o aplicada a su corrosión. Son las
historias que apuntan a la construcción de lenguajes alternativos, en que el clivaje es definido por otros límites
como el género, la etnia, la orientación sexual u otro factor percibido como
anteriormente visitado por la historiografía que tenía por objeto el canon
estético dominante. También vale destacar, en ese marco, los florecientes
dominios conectados a las prácticas de lectura, de la construcción del gusto y
del papel y formas de la enseñanza de la literatura.
2. El lugar
actual de la historia literaria en el Brasil
En la topología
de las bibliotecas brasileñas la expresión “historia literaria” nombra a un
conjunto de textos poco extenso, que comparte los estantes con la “teoría
literaria”, e con los conjuntos mayoritarios de la “crítica literaria” y de la
“literatura”, entendida como el conjunto de las obras, usualmente separadas de
acuerdo con los estados nacionales a las que pertenecen los autores. En los
currículos académicos, esa expresión apenas da nombre a disciplinas
específicas, de carácter, más teórico o metodológico, dividiendo el espacio con
la teoría literaria y con los grandes conjuntos nacionales: literatura
brasileña, literatura portuguesa, francesa, inglesa, etc.
Pero ese lugar
discreto ocupado por ese nombre es engañoso. En ambos espacios - esto es, en
las bibliotecas y en las aulas-, la “historia literaria” ocupa un lugar mucho
más prominente y vasto. En los cursos de la mayor parte de universidades
brasileñas, inclusive, es ella la forma privilegiada de trabajo con las obras
literarias, pues las series denominadas de acuerdo con las literaturas nacionales
son usualmente cursos panorámicos. Es cierto que muchas disciplinas de estudio
de la literatura se organizan de forma también monográfica: o como trabajo
exclusivo sobre un autor, o como una serie de momentos, centrados en obras y
autores representativos. Pero a medida que presentan el contexto
histórico-cultural de las obras y organizan los autores y los momentos según
una perspectiva cronológica más o menos lineal, la mayor parte de esas disciplinas
monográficas termina por ser también historia literaria. De la misma forma, en
su mayoría, son también modalidades de la historia varias disciplinas que, en
los últimos tiempos, fueron creadas bajo las denominaciones de “literatura
comparada” o “estudios literarios”.
Así, en el
espacio de desenvolvimiento de la reflexión erudita, que es la universidad, y
forma institucional predominante de trabajo con la literatura aún es, como
siempre fue, la historia literaria. Y como la universidad no solo forma a los
profesores de enseñanza media, sino establece los criterios de selección de los
aspirantes al diploma universitario y el examen de admisión aparece hoy como
una de las principales razones objetivas para la existencia de una disciplina
específica sobre literatura en los cursos de secundaria, acabamos por tener,
una duplicación de la historia literaria enseñada en la universidad.
3. Historia,
explicación y canonización
Hasta hace poco
tiempo, no parecía tan importante reflexionar sobre el hecho de que la moderna
experiencia institucional con la literatura es básicamente una expresión de
historia literaria. El historicismo y la explicación contextual parecen haber
sido asumidos, durante largo tiempo, como formas más o menos naturales de
aproximación a la obra literaria. Y tanto más natural y necesaria parecía esa forma
de compresión mientras más distante o más próximo se encontraba el tiempo de
producción del objeto. Para un objeto producido en una pasado no familiar, leer
históricamente era básicamente contextualizar. En uno de los presupuestos del
historicismo es que la mejor comprensión y valoración de una obra de arte son
las que se obtienen con el conocimiento de las condiciones socioculturales en
que fue producida y recepcionada, incluso la intencionalidad que la originó.
Por otro lado, también para un objeto contemporáneo la perspectiva histórica
siempre pareció más rica, pues leer históricamente es antes de todo buscar
parámetros para mapear el campo de recurrencia, y en él buscar una
justificación, bien como criterios de elección y de defensa, a partir del origen.
La perspectiva
histórica propiamente literaria, de esa forma, aparece siempre tensionada por
la cuestión de la elección estética. Esto es, de la construcción del canon y
del gusto. Se ignora la discusión del canon o el criterio de gusto, es apenas historia,
no es literaria. Y si es apenas una celebración de un canon o la afirmación de un gusto, puede ser
literaria, pero sin duda no será respetada como historia. Historia literaria,
tal como se afirmó entre el inicio del siglo XIX y el inicio del XX, era por lo
tanto, una manera muy específica de narrar el pasado: una narrativa que no se
ocupaba apenas, ni necesariamente, de obras literarias singulares, sino que era
delimitada por la ocurrencia de un conjunto de obras, autores y escuelas
literarias, considerándolos desde una perspectiva doble. Por un lado, buscaba
exponer un contexto de producción (la recepción) para las obras o escuelas, que
de alguna forma las determinaban; por otro, construía o modificaba un canon, y,
consecuentemente, celebraba y erigía un patrón de gusto.
Recientemente,
sin embargo, en varias instancias se ha hecho una pregunta hasta hace poco
tiempo improbable, cuya simple posibilidad de enunciación ya demuestra un
cambio en la escala de valores culturales relacionados a la historia y a la
literatura. Se trata de la indagación de por qué mantener, en la secundaria, la
enseñanza de la literatura (entendida como historia literaria).[6]
Mi intuición es
que hay un nexo profundo entre el refinado cuestionamiento teórico de los
límites, funciones y métodos de la disciplina de la historia literaria y las
preocupaciones prácticas de los docentes de secundaria. Ese nexo reposa, por un
lado, en la tensión entre valor histórico, gusto o uso contemporáneo y; por
otro, en el lugar de la historia literaria en el conjunto de los conocimientos
necesarios para la ciudadanía.
Desde punto de
vista de los contenidos, la historia literaria en la escuela brasileña (tanto
superior como secundaria) es básicamente estudio de “estilos de época” y/o de
historia social, según las grandes síntesis históricas desde 1950 hasta 1970.
Aquí, para que no
haya injusticia, es necesario un movimiento doble. Por un lado, es preciso
destacar el hecho de que las grandes obras de la historia literaria no pueden
ser responsabilizadas por la aplicación que se hace de ellas, y mucho menos por
la miseria general de la enseñanza secundaria en lo que toca a las humanidades;
por otro lado, es cierto que su banalización escolar permite evidenciar
fácilmente concepciones de literatura e historia literaria que hoy pueden
parecer poco llamativas o insostenibles.
Veamos entonces
los principios y métodos de las principales síntesis producidas en la segunda
mitad del siglo pasado y que son las grandes matrices de las formas de trabajo
hoy llevadas a cabo en la mayoría de las escuelas secundarias y superiores.
4.1 Coutinho:
estilos de época y nacionalidad
La que tal vez
sea la forma de trabajo más difundida hoy en la enseñanza tiene su paradigma
brasileño en la perspectiva de Afrânio Coutinho en su texto modelo Introdução à Literatura no Brasil. Su
explicación para la concreción histórica es de cariz fuertemente idealista,
pues cada cambio de estilo de época es una revolución que ocurre primero en el
espíritu y después pasa a la vida. En la identificación de las características
literarias, hay dos formas principales de argumentación: la que identifica
trazos que provienen de la “influencia” de los líderes de escuela y, más
importante, la que identifica trazos formales correspondientes al ideario del
tiempo. Al contexto cultural, por ende. En ese modelo de historia, las
tendencias y escuelas, así integren el movimiento general de las ideas, se
mueven también por su propia energía, obedecen a una dinámica interna y
constituyen momentos particulares de una eterna oscilación pendular de la
conciencia humana entre el subjetivismo y el objetivismo.
Pero en ese
universalismo abstracto en que Coutinho encuadra la evolución literaria, como
bien observó João Hernesto Weber, el nacionalismo, que fue expulsado por la
puerta del frente, retorna por la puerta de atrás.[7]
Ese retorno se da por el regreso de la teoría de la obnubilación, de Ataripe
Junior. O sea, lo nacional es entendido como la particularización (operado por
varias circunstancias, que incluyen la naturaleza, el clima, etc.) de un
universal concreto, que es un tipo de estilo de época. De esa forma, lo que se
aprende y se enseña con la historia de Coutinho es tanto el movimiento general
de los “estilos de época”, como la especificidad brasileña de la realización de
cada una de ellas. Esa especificidad, a su vez, que es supuesta a priori, como
determinación lógica.
4.2. Sodré: los
fundamentos económicos
El segundo caso,
el de la historia de la literatura entendida como parte de la historia social,
encuentra realización paradigmática en la segunda versión de la História da Literatura Brasileira de
Nelson Werneck Sodré, que trae como adecuado subtítulo “Seus fundamentos
económicos”. Sodré acepta que la literatura es parte de la “ideología” y, por
tanto, condicionada por la materia de la sociedad (p.7). Pero su vez, evita en
lo posible operar sobre la literatura a partir del punto de vista de la
causalidad estricta y simplista que atribuye al “materialismo vulgar”. De ahí,
una historia de la literatura que tenga muy poco de análisis de obras y casi
nada de consideración de procedimientos. Leyendo a Sodré, es evidente la
estructura profunda de su obra y pensamiento: el contenido de su libro es
básicamente historia social y política; la reflexión sobre la cultura se reduce
usualmente a la sociología de los públicos y de los medios de producción,
divulgación y conservación; ya las informaciones y reflexiones específicas
sobre las obras literarias y sobre la vida de los escritores ocupa el
paratexto: las extensas notas por capítulos. Lo que se estudia y aprende en su
libro es, así, la siempre postulación y defensa de la literatura como proceso
de interpretación y reflejo de la realidad social, siendo esta última, de pleno
derecho, el objeto central y casi único de su discurso.
Entre esos dos
polos extremos, se sitúan las otras síntesis historiográficas que dominaron el
panorama intelectual brasileño de la segunda mitad del siglo XX y que hasta hoy
constituyen puntos de referencia para la reflexión sobre la literatura
brasileña y la base teórica de su enseñanza.
4.3. De Carpeaux
a Bosi: de las metamorfosis del espíritu y la dialéctica colonia/metrópoli
En el mismo
universo de Coutinho, por ejemplo, se desenvuelve la reflexión de Otto María
Carpeaux. En la “Introducción” a su História
da Literatura Ocidental, el autor defiende La validez de rótulos como
Barroco, Realismo, Naturalismo, etc., porque entiende que esas denominaciones
son los nombres modernos para precisas conjugaciones de estilos e ideologías.
La renovación de la historia de la literatura en el siglo XX habría sido,
además, justamente substituir la historia
literaria de las naciones y autores por la historia literaria de los estilos y obras, como expresiones de la
estructura espiritual y social de las épocas (I, 35). El binomio
estilo/ideología, que se desdobla en el sintagma “estructura espiritual y
social”, revela el punto en que Carpeaux trae algo más que Coutinho. Ese algo
de más es el método ecléctico, que el mismo denominó “método estilístico-sociologico”
y que responde por el gran dinamismo narrativo de su Historia. Primero porque, apoyándose en dos polos, puede hacer
saltos variados entre autores, épocas y naciones, transitando entre uno y otro,
ora a través del estilo, ora a través de alguna formulación política, ora por
alguna anotación sociológica. En segundo lugar, porque o punto de vista puede
ser constantemente dislocado entre el presente del historiador, que esboza en
trazos rápidos coordenadas sociales e intelectuales del periodo, y el presente
de la obra comentada, con la presentación de lo que sería la “visión del mundo”
que la estructura. Ya la consideración de los estilos de época como expresión estilística del espíritu objetivo,
autónomo, y al mismo tiempo como reflejo de las situaciones sociales (idem)
muestra el punto en el que él se aproxima y se aleja de una perspectiva lukacsiana
ortodoxa como la de Sodré.
Aunque Carpeaux
no es una presencia marcada en los estudios literarios brasileños, tal vez por
el hecho de no tener una obra centrada exclusivamente en ella, su perspectiva
se encuentra como la más popular síntesis historiográfica de la literatura
brasileña, la Historia Concisa, de
Alfredo Bosi, que le fue precisamente dedicada.
Ese libro no trae
una introducción teórico-metodológica, pero el primer capítulo establece
claramente las coordenadas sobre las cuales opera. Se trata del “complejo
colonial de vida y pensamiento”, que también fortalecerá la base para la
reciente Dialética da Colonização*.
Entendiendo que
el proceso de la literatura y de la cultura brasileña es la progresiva asunción
del papel del sujeto, de su propia historia, Bosi construye su narrativa
histórica con miras a iluminar las marcas del “proceso colonial”, que se revela
como carencia de organicidad, de recursos expresivos o pleno ejercicio de la
“conciencia posible” en un tiempo dado.
Su historia,
desde el punto de vista de la explicación de los cambios y de la valorización
de las obras, opera a partir de conceptos como ideario, ruptura mental, complejo ideo-afectivo, visión del mundo
y cansancio e hipertrofia del gusto (p. 181, 186, passim.). O sea, básicamente a
partir de una concepción de la literatura como expresión. Las remisiones al
contexto político y económico, al universo de la técnica y a la estructura
social que concurren en su discurso, ellas, están siempre a un paso de
reducirse a instrumento de crítica prescriptiva, pues son los soportes de una
línea ascendente que van de un punto de partida a un punto de llegada. El punto
de partida es la condición colonial;
el de llegada, la superación de la dependencia espiritual, con la exploración feliz de las potencialidades
formales de la cultura brasileña (p.343). Entre esos dos polos, quedan las
estaciones de pasaje, determinadas por las modelizaciones del “complejo
colonial” y por las aporías de la situación del país de “cuño colonial”. [8]
4.4 Candido: el
sistema literario
Finalmente,
completando el marco, tenemos el libro que hasta hoy fortalece la estructura
del pensamiento histórico más influyente y más rico en despliegues: la Formação da Literatura Brasileira, de
Antonio Candido.*
La perspectiva de
Candido en ese libro, como el mismo explica en el Prefácio da 2.ª edição, es, en el límite, funcionalista. La idea de
establecer el “sistema literario” como concepto que permitiese dar sustento a
la idea de que la producción literaria en la colonia tenía una especificidad
relevante del punto de vista nacional (antes incluso de existir la nación como
entidad política) no es nueva. Está en uno de los principales ideólogos del
romanticismo, el chileno Santiago Nunes Ribeiro, que así escribía en 1843,
combatiendo la idea, después repetida por Álvares de Azevedo, de que sin lengua
aparte no hay literatura aparte:
No es principio incontestable que la división de
las literaturas deba ser hecha invariablemente según las lenguas en que se
hallan consignadas. Otra división tal vez más filosófica sería la que atendiese
al espíritu, que anima, a la idea que preside a los trabajos intelectuales de
un pueblo, esto es, de un sistema, de un centro, de un foco de vida social. [9]
El libro de
Antonio Candido se organiza para atender a un doble objetivo. Por un lado se
presenta como una serie de ensayos sobre autores y obras importantes de la
literatura de lengua portuguesa. En 1962, durante los debates que seguirán al
lanzamiento del libro, ese objetivo se afirma como el más relevante para el
autor. A Formação, dice entonces
Candido, es sobre todo un estudio de
obras. Al mismo tiempo, su designio último, reiterado en varios, momentos,
es trazar la constitución del sistema literario brasileño no solo desde el
punto de vista de su objetivación orgánica en la triada autor-obra-público,
sino también del punto de vista de la historia de la acción consciente de los
autores históricos en ese sentido. La historia de aquello que definió, en el
mismo prefacio, como lo diferencial de los intelectuales latinoamericanos en
relación a los europeos: la conciencia, o
la intención, de estar haciendo un poco de la nación al hacer literatura
(p.18) o, para retomar un pasaje célebre de la Introdução, su objetivo narrativo
fue componer una historia de los
brasileños en su deseo de tener una literatura y el punto de fuga del marco
trazado en la formación era el momento en que el “sistema” brasileño se
concretizaba, en que la literatura adquiría un funcionamiento orgánico.
Por encima de las
diferencias de método, principio y orientación política, lo que une las
historias de Sodré, Coutinho, Candido y Bosi es una apuesta a la posibilidad de
narrar una serie de acciones que conduzcan a la constitución de un ser “nacional”.
Esto es, una apuesta por lo posibilidad de componer un personaje suprapersonal,
relevante para la definición de los
contornos de la nación que a su vez aparezca como héroe. Este
personaje-concepto, en cada una de las síntesis aquí mencionadas, camina en
dirección a la plena realización, en una serie de peripecias en que va triunfando
sobre adversidades varias. La forma profunda de ese discurso es, sin duda,
épica. Su realización particular, una modalidad de novela de formación.
El personaje
central de esa narrativa puede ser la Conciencia Nacional, la Sociedad, la
Cultura o la Literatura Brasileña. Lo que distingue esas narrativas y les tiene
garantizado mayor o menor adhesión de los lectores es, está claro, la
naturaleza de la construcción de ese personaje central, bien con las modelizaciones
en el tratamiento de su contexto o ambiente. Lo que las sustenta a todas, lo
que les da a los ojos del hoy el mismo aire de familia, es también lo que les
garantizó la eficacia persuasiva: el postulado de que tanto el autor de la
historia literaria, como su lector inmediato, participan de alguna forma de la
naturaleza del héroe colectivo nacional.
El argumento
básico para que se hiciera o se leyera esa historia es, en el fondo, romántico,
pues glosa la necesidad del autoconocimiento, con especial atención a las
contingencias formativas que definen la particularidad. Esta magníficamente
expreso en la formulación de Antonio Candido:
Comparada con las grandes, nuestra literatura es
pobre y frágil. Pero es ella, no otra, la que nos expresa. Si no fuese amada,
no revelaría su mensaje; y si no la amamos, nadie lo hará por nosotros. […] Nadie,
fuera de nosotros, podrá dar vida a esas tentativas, muchas veces débiles,
otras veces fuertes, siempre conmovedoras, en que los hombres del pasado, en el
fondo de una tierra inculta, en medio de una aclimatación penosa de la cultura
europea, procuraban estilizar para nosotros, sus descendientes, los
sentimientos que experimentaban, las observaciones que hacían, -de los cuales
de formaron las nuestras. [10]
Hoy líneas como esta serían poco probables, o imposibles. La idea de un “nosotros”
libre de clases, género, etnia y procedencia cultural, cuya unidad reposa
apenas en el hecho ser un “nosotros” brasileño, está justamente relegado al
olvido intelectual y sobrevive solamente
en el discurso demagógico. Cualquier pos-graduando cercano al discurso
poscolonial preguntaría “¿Nosotros, quién?”; o: ¿Por qué debo suponer que la
literatura hecha por o para los señores esclavocratas
o los próceres del PRP* paulista me expresa? Podría preguntar
aún: ¿En qué se basa el postulado de una solidaridad prospectiva, que hace de
todos “nosotros”, además de descendientes, destinatarios de la acción de los
“hombres del pasado”? Finalmente, sin duda podría agregar: ¿Por qué debo
centrar mi atención y mi esfuerzo por amar y comprender un conjunto literario
que el propio historiador literario describe como pobre y frágil?
5. El final del la historia
Volveremos ahora a las cuestiones que nos llevaron a este vuelo de pájaro
sobre la historia literaria brasileña reciente: a la del valor histórico versus
el gusto o el uso contemporáneo; y la utilidad y lugar de la historia literaria
en el conjunto de los conocimientos necesarios para la ciudadanía.
En cuando a la cuestión del gusto y del valor, me parece evidente que, de
la forma como fue descrita a mediados del siglo pasado, la evolución de la
literatura brasileña se realiza a partir de un punto de descentramiento,
incompletud, simple impropiedad. En una caso, la distancia en relación a la
plenitud en función de la obnubilación del ambiente nuevo, en otro, de la
ausencia de organicidad y de sistema cultural; un tercero, del estrechamiento
de la conciencia posible, consecuentemente del complejo colonial; un cuarto,
del dislocamiento de formas o ideas de su lugar original.
El vector del proceso histórico y la adaptación de la “literatura europea”
a las condiciones brasileñas y la adaptación de las condiciones brasileñas al
“modelo europeo”. Por eso mismo, la construcción de la nacionalidad y la
realización estética tienden a coincidir en los momentos privilegiados de la
narrativa.
Entonces, en ese marco, puede tener sentido la suposición de que más vale
la pena, como educación del gusto y de absorción de modelos históricos, ir
luego a la fuente. Al final, ¿no era el propio Antonio Candido quien
garantizaba que era perceptible a primera vista, según él, el gusto provinciano y falta de sentido de
proporción de las personas educadas apenas en el marco de la literatura
brasileña (y portuguesa)? ¿Y no es verdad que tanto Candido, como Bosi,
repetidas veces explican los detalles del los autores más queridos por el
público (por ejemplo Bilac) como efecto de una limitación de ese mismo público?[11]
Si así es, ¿qué tipo de educación del gusto o de respeto por el valor histórico
se podría esperar de la narrativa que sitúa las obras del pasado literario?
En cuanto a la cuestión de la utilidad y lugar de la historia literaria, el
primer punto por destacar es que la base del prestigio inmenso que la
disciplina tuvo en Brasil se encuentra muy mermada, en la misma medida que es
cada vez más difícil proponer un “nosotros” trans-histórico, como lo hacía
Candido. “Nosotros”, los brasileños. Es tan evidente una construcción
ideológica, ficcional, que todos los discursos destinados a darle sustentación
caen inmediatamente en descrédito. Por otro lado, sin ese “nosotros” en el
horizonte narrativo, ¿cómo componer una narrativa que sea relevante desde punto
de vista estético y coherente desde el punto de vista histórico?
No fue otra la percepción con que se abrió la más reciente tentativa de
historia de la literatura brasileña, el volumen organizado por João Cezar de
Castro Rocha, Brazil 2001. De hecho,
el texto de presentación, asignado por el organizador, se titulaba precisamente
There is no Brazil, y testimonia, con
esa escuela, el final de un ciclo histórico que comenzó con las primeras
tentativas románticas de realizar un bosquejo del alma nacional brasileña: En el caso de Brazil 2001: A Revisionary
History of Brazilian Literature and Culture,
el desafío es escribir historia cultural y literaria, a la vez que se evita la
tautología de la búsqueda de la identidad nacional.[12]
Alejada en relación a esa tautología es que el proyecto Brazil 2001 se constituiría como
historia alternativa y revisionista. En palabras del organizador, alternativa precisamente porque busca alejarse
de cualquier preocupación con tal identidad.[13]
La concepción y organización del volumen resultan de lo que Perkins
denomina “enciclopedia posmoderna”: un libro organizado cronológicamente, pero
con vacíos, y, por abrigar textos de autores diferentes, posiblemente
contradictorio en varios puntos. La ventaja de ese tipo de organización es que
ella evidencia, en la propia forma material del libro, la renuncia a lo que
siempre fue el objetivo básico de la disciplina: la búsqueda de un marco
totalizante del pasado.
No voy a comentar el volumen organizado por Castro Rocha, pero vale
constatar algo; no me parece que el resultado final consiga eliminar la aporía
del título, que trae dos veces la determinación nacional. En los ensayos
compilados, la cuestión de la identidad nacional emerge repetidamente y la
Literatura Brasileña se diseña como el personaje principal. Lo que la lectura
muestra, desde mi punto de vista, es que el alcance del adjetivo “revisionary”
habla más de la forma general de organización del volumen, que presenta
voluntariamente una historia con vacíos, que del el texto y las ideas de las
contribuciones individuales.[14]
Aún cuando la cuestión de la utilidad y lugar de la historia literaria, una
última pregunta que se impone en este momento es: ¿Hay algún conocimiento
específico, al que se puede llegar de manera exclusiva o más efectiva por medio
del estudio y la enseñanza de la historia literaria? En cuanto a mí, la
respuesta ofrecida por la consideración de las grandes síntesis narrativas
elaboradas a mediados del siglo XX, es no. Desde que la construcción de la
identidad nacional dejó de ser el objeto y el objetivo principal del discurso
histórico, la historia literaria paso a tener poco que ofrecer, además deL uso
que irónicamente le atribuyó Jauss en el texto de 1967: “depósito de
información”. O, yo diría, viendo desde un ángulo más favorable: documentos
vivos de la supervivencia de la ideología nacionalista romántica, que proponía
lo literario como dominio privilegiado para la manifestación, reconocimiento y
defensa de lo “nacional”.
Género del pasado, objeto de crítica sistemática en los últimos decenios,
sin defensa ni respeto intelectual en el presente, la historia literaria
narrativa sufre aún, en Brasil, del envejecimiento y descrédito de su
presupuesto, que era la identificación (mejor dicho, la construcción) de lo
“nacional”. Sin las ventajas y sin los inconvenientes de tener que lidiar con
la problemática estética, confluyen hoy en día, para responder a ese mismo
objetivo y deseo, la historia social y la historia de las mentalidades y
costumbres.
De este breve recorrido histórico, y de las reflexiones aquí hilvanadas,
resulta mi conclusión posible. Distinto
de Jauss, y más próximo a Perkins, pienso que la historia literaria narrativa
es un género en proceso de acentuado desgaste, al que estará reservado, de aquí
en adelante, un lugar bastante marginal en los estudios literarios.
Hasta donde yo veo, por lo pronto, Sherezade, que viene narrando hace
tantas décadas la historia literaria, está perdiendo su poder de seducción.
Pero no pienso que de eso vendrán dramas o tragedias, excepto desde el punto de
vista de la organización futura de las mencionadas y de los departamentos de
letras. No creo tampoco que tendremos mucha nostalgia de estas discusiones. Es
que, en el marco de esta alegoría, el sultán es el que está, de a pocos,
despareciendo. En otros términos, el imperativo moral de afirmar la
nacionalidad y glorificarla con historias repetidas. Ella aún le repite
ritualmente (y repetirá por un buen tiempo), intentando mantenerlo en el mundo,
sus historias preferidas. Y es por eso que no tendremos nostalgia de ningún de
los dos: porque aún conviviremos largamente con sus cuerpos fantasmales y
oiremos los ecos (siempre cada vez más débiles) de su conversación diaria, en
la que suceden y confunden las viejas fábulas maravillosas, verosímiles y tan
ingeniosamente inventadas.
Referencias Bibliográficas
BIZZOCHI, Aldo. Repensando o ensino da literatura. Folha de S. Paulo: São Paulo,
2000.
BOSI, Alfredo. Historia concisa da literatura brasileira. 2ª Ed. São Paulo:
Cultrix, 1975.
------------------. O pré-modernismo. 4ª Ed. São Paulo:
Humanitas, 1999.
CARPEAUX, Otto María. História da literatura ocidental. 2ª Ed.
Rio de Janeiro: Alhambra, 1978.
CASTELLO, José Aderaldo. A literatura brasileira: origens e unidade.
São Paulo: Edusp, 1999.
CASTELLO, José Aderaldo; CNADIDO,
Antonio. Presença da literatura
brasileira.5ª Ed. Vol.4. São
Paulo: Difusão Européia do Livro, 1974.
COUTINHO, Afrânio. Introdução à literatura no Brasil. 7ª Ed. Rio
de Janeiro: Editora Distribuidora de Livros Escolares, 1972.
----------------------------. Caminhos de pensamento crítico. Rio de
Janeiro: Pallas, 1980.
JAUSS, Hans Robert. A história da
literatura como provocação à teoria literária. São Paulo: Ática, 1994.
ROCHA, João Cezar de Castro (Ed.). Brazil 2001: a Revisionary History of Brazilian Literature and Culture. Dartmaouth: University of
Masachusetts, 2001. (Portuguese Literary & Cultural studies 4/5)
SODRÉ, Nelson Werneck. História da literatura brasileira: seus
fundamentos econômicos. 6ª Ed. Rio de Janeiro: Civilização Brasileira,
1976.
WEBER, Joao Hernesto. A nação e o paraíso na construção da
nacionalidade na historiografia literária brasileira. Florianópolis: Editora
da UFSC, 1997.
WHITE, Hayden. Trópicos do discurso. São Paulo: Editora da Universidade de São
Paulo, 1994.
[Texto traducido por Cesar Augusto López Nuñez]
[1] Hayden White, “O fardo da história”, em:
------------------, Trópicos do Discurso,
p.56.
[2] Hans Robert Jauss, A
História da Literatura Como Provocação à Teoria Literária, p.5
[3] Hans Robert Jauss, A
História da Literatura Como Provocação à Teoria Literária, p. 78: su
esperanza, en 1978, es exactamente que de
las historias hasta ahora particulares de la recepción resulte la aún
inexistente forma sintética, necesariamente narrativa, de una historia de las
artes que alcance nuevamente el nivel perdido de lo historicismo clásico.
[4] David Perkins, Is
Literary History Possible?, p. 185.
[5] Silvio Romero, História
da Literatura Brasileira, 3. ed., Rio de Janeiro, José Olympio, 1909.
Alfredo Bosi, História Concisa da
Literatura Brasileira, 2. ed., São Paulo, Cultrix, 1975.
[6] Es el caao de Repensando o ensino da literatura,
piblicado por Aldo Bizzocchi en Folha de Sao Paulo el 10 de julio del 2000, que
en su momento mereció una descalificación mayoritaria como barbaridad o
provocación simplista.
[7] João Hernesto Weber, A Nação e o Paraíso: a Construção da Nacionalidade na Historiografia
Literária Brasileira, p. 95.
[8] “Condición colonial” es un
término que Bosi emplea para denominar el primer capítulo de su História; “países de extracción colonial”
es el término que se encuentra en la p. 342, cuando explica el movimiento de
las élites innovadoras, en el ansia de
superar el cambio que las sofoca, “dependencia y superación” es el nombre
de una sección del capítulo final, “Tendências contemporâneas”, p.431.
[9] Santiago Nunes Ribeiro, "Da nacionalidade da
literatura brasileira", in: Afrânio Coutinho (org.), Caminhos do Pensamento Crítico, v. 1, p. 46.
[10] Antonio Candido, Formação
da Literatura Brasileira: Momentos Decisivos, v. 1, p. 10.
* Partido Republicano Paulista o de la República
Vieja. Desapareció luego de la Revolución de 1930 y de la ascensión de Getúlio
Vargas al poder en Brasil. N.T.
[11] Antonio Candido, Presença da Literatura Brasileira, v.
2, p. 200 et passim; Iniciação à
literatura brasileira, p. 61, 68; Bosi, História
Concisa da Literatura Brasileira, p. 256; O Pré-Modernismo, p.
19-20.
[12] En el original: In the case of Brazil 2001: a Revisionary History of Brazilian
Literature e Culture, the challenge is to
write cultural and literary history while avoiding the tautology of searching
for national identity. (p. xxi).
[13] En el original: alternative
precisely because it aims at detaching itself from any concern with such
identity (p. xxiii).
[14] Basta leer, por ejemplo, entre otros, el ensayo escrito por
David Jackson.