13 diciembre 2010

PRIMER MANIFIESTO EGOÍSTA: LA MUERTE DEL LECTOR

[MOVIMIENTO EGOÍSTA]




''La obra de arte no tiene, en el mercado burgués, un valor intrínseco sino un valor fiduciario. Los artistas más puros no son casi nunca los mejor cotizados. El éxito de un pintor depende, más o menos, de las mismas condiciones que el éxito de un negocio. Su pintura necesita uno o más empresarios que la administren diestra y sagazmente. El renombre se fabrica a base de publicidad''.

José Carlos Mariátegui, El artista y la época.

''Hay una literatura que no llega hasta la masa voraz. Obra de creadores, procedente de una verdadera necesidad del autor y para él mismo. Conocimiento de un supremo egoísmo donde las leyes de agotan''.

Tristan Tzara, Sept Manifeste Dada.




1. La literatura no es una mera práctica inocente, es también una acción de auténtica exploración del espíritu. Literatura pensante y autoconsciente; no la literatura que se instale irremisiblemente en la necesidad del otro, negando el objeto, prostituyendo la letra, convirtiendo al autor en un proxeneta vulgar: proyecto estático, producto de consumo, magra mercancía plusválica que no propicia el desarrollo literario.

La cultura de masas ha homogeneizado la lengua al punto que un estilo en grado cero nos cerca. Así, el lector de consumo, como un burdo autómata que programa el autor, se entrega a ese goce insulso y cínico, a esa castración del sentido en que se pierde la individualidad. Por eso un autor que se precie de un mínimo de franqueza con su persona, con el oficio, debería desde hoy olvidar al lector.

2. ¿Pero que pretendemos dando las espalda al lector de consumo? El desarrollo del objeto, desarraigarlo de esa burbuja mercantil, arrojar su devenir en la propia consciencia del autor, someterlo a dialéctica. Dedicarse íntegramente al objeto supone resarcirse de todo tipo de desvío que no constituya al autor con su arte: el autor no deberá buscar los motivos fuera de sí; tendrá que escarbar en su ser, desenterrar su egoísmo, llegar si es posible a la propia locura de su lenguaje, entablar comunión con la forma, ser él y su obra uno mismo. Ese egoísmo compone la enajenación auténtica de la obra (¿quién podría explicar una ínsula?): el devenir se desliza como un ansia salvaje; la literatura, como propio motor, deja atrás su estancamiento.

3. El autor egoísta mediará en el cambio de la pasividad del lector, transformándolo en un buscador de posibles ignotos. La terrible consecuencia: el escritor será así el antihéroe, el ser despreciable que la sociedad de consumo desdeñe. Y para él no habrá otra salida que el nacimiento de un nuevo lector. Esa nueva instancia sería para el autor egoísta su único escape: un lector ideal que se concretice, de carne y hueso, impúdico también, sin más compromisos que la contemplación de un nuevo desorden.

Existe, más allá del rastro infame de la indiferencia, la empecinada convicción de un nuevo lector, modelador objetivo de lo insólito, ordenador tal vez –como en la paranoia, cuestionador de lo desconcertante, descubridor de un nuevo paso (nunca un retroceso), para quien el objeto egoísta cobrará todos sus sentidos.


4. No hay nacimiento que no entrañe una muerte. El lector de consumo –ciego e ignaro- alegará su inocencia sin hallar un sobrio destino, como si al señalarlo, temblara sin saber a ciencia cierta cuál ha sido su culpa. Y el autor egoísta, regocijándose en la soledad de su lenguaje, le verá calcinarse lentamente, desentendiendo sus bramidos, escuchando el crujir de sus carnes y sus huesos ardiendo bajo el fuego fulmíneo de un verbo distinto. Y ahí yacerán, bajo una ruina infinita de libros y catálogos, los abrasados restos del viejo lector.


Juan Valle (Lima)

David Pérez (Lima)

Max Pinedo (Lima)

Luis Boceli (Chiclayo)

Richard Chávez (Piura)

César Chambergo (Cañete)

Erick Sarmiento (Cañete)

Jonathan Alvarado (Trujillo)

John López (Barranca)

Jorge Vergara (Lima)

Jonathan Timaná (Lima)

Walter Toscano (Trujillo)

Armando Alzamora (Lima)

Juan López (Barranca)