Por José Güich
Dioses, mundos y otros
villanos, libro de
Jorge Bar, y maravillosamente ilustrado por Jimmy Baltazar Palomino, es una
prueba de que esta ciudad continúa aguijoneando a los escritores y generando
nuevos imaginarios. Ambiguamente subtitulado “Relatos insolentes”, se trata de
un conjunto de textos provocadores y desenfadados en torno de la relación de
sus personajes con la urbe inabarcable y caótica que es la Lima contemporánea.
En concreto, los cuentos giran en torno de Sed y Pim, dos jóvenes que hacen de
la Gran Aldea el espacio de su aprendizaje e iniciación sentimental. A pesar de
esta declaración explícita acerca de la naturaleza del libro, se percibirse un
velado ánimo de unidad, a la manera de Los
inocentes de Reynoso, libro con el cual posiblemente hay un diálogo
subterráneo. Sin embargo, lo que en el clásico moderno del gran autor
arequipeño es una sórdida exploración de
la violencia y de los códigos machistas que sumen al sujeto en un mundo
inhumano, en el libro de Bar es, por el contrario, celebración de la vida en
todas sus facetas. Ese carácter lúdico y camaleónico de los personajes, quienes
emprenden su “educación” vital con total espontaneidad o frescura, hace de su
libro algo muy distinto de lo que normalmente es previsible hallar en toda una
legión de autores peruanos contemporáneos, cuyas carreras se han forjado bajo
la influencia inevitable de Reynoso, Vargas Llosa, Ribeyro, Congrains o Bryce.
Es obvio que el lector
encontrará en los textos de Jorge Bar la correspondiente cuota de sexo
propiciatorio que Sed y Pim requieren para insertarse en la compleja red de
búsqueda de una identidad propia, lejos de la férula paterna o materna. También,
por supuesto, descubrirá una explícita referencia a los alucinógenos: la cultura
juvenil no sería tal sin el consumo de hierbas y otros menús satanizados por la doble moral
de un mundo adulto que las rechaza y les teme, pero que no hará campaña alguna
para erradicar otros males de una sociedad estamental, racista, ninguneadora,
violenta e hipócrita.
Bar esgrime contra ella las armas de la irreverencia y del
gesto de desaire sin estridencias o ánimo de escandalizar gratuitamente. Le
bastan la ironía y el humor soterrado a propósito de las andanzas eróticas y marihuaneras de sus personajes en un
contexto mediocre, gris, tan característico de eso que nadie ha logrado definir
con exactitud pero que intuimos: lo
limeño.
Son niños asombrados, voraces, dispuestos a que nada se oponga
al placer hedonista; este afirma la vida en sus facetas más fisiológicas frente
a la muerte representada por la Lima y su decadente sicología colectiva. Algo
de novela picaresca impregna a los seres de Bar; ello nos remite ya no solo a
la tradición del Bilndungsroman, es
decir, la novela de aprendizaje, sino al Lazarillo y a Quevedo, cuyos
personajes también viven aventuras desopilantes más bien guiados por la
necesidad de sobrevivir a los embates del hambre y de la mezquindad de los
hombres.
En el libro de Bar, también hay necesidades imperiosas: el
descubrimiento de lo que significa “vivir” en toda su dimensión, ganándole un
día más a la certeza inexorable que nos angustia desde que adquirimos
conciencia de la finitud: algún día moriremos y no habrá postergaciones a la
cita. Sed y Pim, desde su dislocada visión de un mundo que cambia constantemente,
(en concreto, los años ochenta) irán creciendo, muy a su pesar. Y eso implicará
otra lucha, otro “agón”, esta vez impulsada por el temor a aceptar su terrible
inserción en la adultez, con las exigencias del caso.
Así culminan estas historias conectadas entre sí por el
motivo-guía de la pérdida de la inocencia, la nostalgia y la constante búsqueda
de un paraíso que escurre de las manos. Felicito a Jorge Bar cálidamente. Ha
tenido el valor de reclamar para sí una ya dilatada línea de autores peruanos
cuyos libros recorren los territorios de la adolescencia descarnada. Lo ha
hecho con naturalidad, sin saturaciones que muchas veces solo sirven para
ocultar la poca destreza para narrar. Él, por el contrario, cuenta historias y
lo hace con solvencia y originalidad. De ahí mi entusiasmo y expectativa por
sus futuros trabajos que, estoy seguro, leeré con el mismo gusto que Dioses, mundos y otros villanos me ha
deparado con largueza.
Dioses, mundos y otros villanos. Lima: 2014. Colmena Editores. 80 pp.
Dioses, mundos y otros villanos. Lima: 2014. Colmena Editores. 80 pp.