08 febrero 2015

BREVE RESEÑA DE UN LECTOR CASUAL SOBRE ''GENERACIÓN COCHEBOMBA''

Normalmente no suelo leer a escritores peruanos que no pertenezcan al ''canon'' (nótese las comillas). La última vez que lo hice fue con el libro Contarlo Todo de Jeremías Gamboa y la sensación que me dejó, a pesar de haberlo leído con relativo interés, fue la de saber de antemano el final. Demasiado texto para decir tan poco. Por otra parte, la novela Generación Cochebomba de Martin Roldan, si es que no te atrapa al inicio -en mi caso fue así-, lo hará en la página 31 y, después, será complicado para el lector no seguir la historia, una historia bien escrita, con técnicas narrativas muy interesantes cuyos nombres desconocía por completo -por ejemplo, los vasos comunicantes (alternar entre párrafo y párrafo diferentes historias que no parecen tener relación la una con la otra, pero que, vistas como un todo, adquieren renovado significado). Y lo más importante es que no sabrás el final, aunque suene tonto, hasta el final del libro.
 
Si el lector es perspicaz, podrá intuir ciertas relaciones entre historias y personajes gracias a ciertos indicios que el autor va dejando a lo largo de la novela, pero para ello se debe estar atento. Entre los actores principales se encuentran Adrián R -alter ego del autor- adolescente al cual le tocó vivir una época complicada y que, como sus demás compañeros -Carlos Desperdicio, el Innombrable, el Treblinka y Fredy Nada-, se refugió del ambiente opresor del terrorismo en otro ambiente que tenía como denominador común las drogas y el sexo: las fiestas de punk y rock subterráneo del centro de Lima y sus interminables ''pogos'' con sus respectivos ''carajos'', ''mierdas'', ''hijos de puta'', ''rosquetes'' y demás jergas; la subversiva Olga, creo yo, el personaje mejor logrado por su forma de ser tan desconcertante y misteriosa, y, por eso, tan humana, una muchacha que, realmente, me hubiese gustado conocer (chica rebelde y complicada de amar). Se puede mencionar también al pequeño Raúl y su desaparición pacífica, como un sueño tranquilo. Y un largo etcétera más.

El hecho de alternar historias que al final se entrelazan (a lo que se me ocurre denominar como ''vasos comunicantes a mayor escala''; es decir, de capítulo a capítulo) muestra la capacidad del autor para no caer en el vicio del relato monótono y lineal que, normalmente, aburre. Las historias de Adríán R. y los terroristas, que durante casi toda la novela serán llamados ''Él'' y ''Ella'', se van conectando hasta el punto de fusionarse. Historias paralelas y disímiles que solo en el epílogo del texto hallarán una conexión que decantará en un final bastante sorprendente... por lo terrible. Los diálogos entre ''Él'' y ''Ella'', y entre ''Ella'' y los otros muchos personajes anónimos que conforman, en el texto, parte de todo el aparato terrorista demuestran un conocimiento bastante profundo de la manera de pensar de Sendero Luminoso y de su estructura interna. Y llevar la ideología senderista a la ficción no resulta fácil. Ficcionar la matanza de Barrios Altos o el atentado de Tarata no es labor sencilla. Mucho estudio y habilidad pura del escritor.

Generación Cochebomba no busca etiquetar a los senderistas como malos. Esta obra está por encima de maniqueísmos. Se busca representar una época complicada desde la mirada de adolescentes con esperanzas, de adolescentes que intentan buscarle un porqué a su existencia; pero que tienen que lidiar con un ambiente bastante hostil, el cual, sin embargo, no les impide amar, no les impide ''ser humanos''. Adolescentes, en definitiva, que no tuvieron la culpa de nada.

Raúl Arrunátegui, lector.

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