12 junio 2010

Más Luis Hernández

Por: Pamela Medina

Luis Hernández es una de las voces más representativas de su generación, la del 60. Su poesía buscó una forma particular de expresión. Una suerte de viajero de la vida cuya bitácora imprime un secreto que a la larga será de todos. La manera poco usual de su creación consiste en la elaboración de cuadernos con poemas de corto y largo aliento que acompañan unos gráficos a todo color. Precisamente el poemario protagonista de esta nota, Vox Horrísona, forma parte de esta serie de cuadernos. La obra de Hernández presenta elementos constantes coloquiales, irónicos, pero a su vez algunas citas cultas no escapan del universo lírico que el poeta ha construido. Temas como la vida, la poesía y el amor son abordados desde un lenguaje que pretende hacer poesía desde la cotidianidad.

Para el poeta la poesía es vida (idea que ya venía con Eielson en la generación del 50) y un ejemplo de esta sentencia lo encontramos en el poema ‘’Canción para Wolfang Goethe’’: “Qué breve es la vida / Se inicia la Poesía / La voz que incontable / Y en misterio / Vuelve para tomar / De cada ser su primitiva / Forma”. El acto de escribir es observado como un modo de extraer lo más profundo del ser humano. Esta experiencia surge como inmortalización ante el carácter fugaz de la existencia.

Posteriormente observamos la imagen en otro de sus poemas sin título: “ […] Y creo que La Poesía / Es entregar al Universo / El propio corazón / Sin desgarrarse / "O make me a mask" / Únicamente un ejemplo: / La poesía conduce / Hacia la propia destrucción / Poor Dylan Thomas!”. El acto poético se personaliza, poesía y vida; sin embargo, esta relación más que un acto romántico, en Hernández, se presenta como una manera de ligar el hacer poético a la experiencia cotidiana y citadina. Partiendo de la idea de sus cuadernos como bitácora, Vox Horrísona está compuesto por esas imágenes citadinas como la calles de Jesús María y Barranco. En el poema ‘’Preludio numero ocho en la menor’’, la ciudad, Lima, es poetizada, exaltada desde elementos que forman parte de la urbe y de la rutina del ciudadano en ella: “Los campos del trigo […] Es del color / De Lima mi ciudad / El mismo Sol / Del planeta donde / Yo haya nacido […] Las monedas / De Jesús María / Mi barrio natal. / Tienen el extraordinario / Brillo / De todo lo que amamos […] De lo que alguna vez / amamos / El brillo de los vidrios / En la pista / Cascos de cerveza/ Vitrinas coloreadas / Con la lentitud / De la tarde invernal […] En un árbol / Descansa el universo / Que aún merece / El reflejo / En las tiendas / Coloreadas […]”. Monedas, tiendas, cascos de cerveza trascienden el vínculo ordinario para formar parte del universo lírico del poeta. La ciudad se convierte de esta manera es un espacio que marcará el acontecer literario de este autor.

Otro tema constante en Vox Horrísona es el amor, que no escapa a la vida citadina mencionada. El amor asociado al recuerdo de las estaciones como el poema ''Tres cantos de amor'': “¿Recuerdas tú / La Primavera? / El claro Sol / Y tú sonrienteQuizás así me amaras / ¿Recuerdas tú / Del Sol / El límpido fulgor? […] Olvida mejor / La Primavera”. En el poema ‘’El elefante asado’’, el amor es un instancia fugaz que va a la par con el rumbo itinerante del poeta: “Tengo el sueño vago/ De haberte visto; / Y también entreabrirse / El aire / A tus pasos amor mío. / Y entre vidrios, / Bajo, en el horizonte: / El día”. Sin embargo, no es hasta la aparición del personaje Billy The kid en donde la presencia del amor se vuelve un juego de varias voces y varias maneras de evocarlo: “Pero soy Billy / The Kid / Y como voy / Herido por la / Espalda he / Dejado a mi / Amor, que no / Me espera, / Porque el tiempo / Es breve; pero / Me ama”.

Un elemento, que un crítico mencionó como los nuevos dioses de esta generación de poetas, son las lecturas de Eliot y Pound. Esta particularidad no sólo obedece a una cita de Ezra Pound en el poema ‘’El elefante asado’’, el tópico incide, al modo de Tierra Baldía de Thomas Eliot, en una cantidad de citas textuales en otros idiomas; aunque los contextos evidentemente son diferentes, en la obra de Hernández estas citas vislumbran la complejidad de su mundo, una suerte de distintos códigos que obedecen a la apertura de más lenguajes. En esta línea, hay un rasgo en el que no hemos incidido, pero que desde nuestra lectura merece toda la atención. Nos referimos a la presencia cromática en el poemario. No es otra cosa más que lo relacionado a los colores. La manera poco usual de creación, a la que nos referimos arriba, contempla una relación intertextual con sus dibujos. Es decir, nuestra lectura debe teñirse de rojo, azul o amarillo para poder alcanzar una cabal comprensión del porqué de algunas características presentes en el texto que estamos describiendo. Nos referimos a la función de los colores como epítetos de algunas imágenes representativas en el mundo del poeta. Por ejemplo, en el poema ‘’Canción para Wolfang Goethe’’ la presencia cromática es sencillamente completa: “Los cromáticos yates / Cruzan el mar azul / Azul Prusia / de la Herradura / Los cromáticos días / Que jamás no han de volver / Plenan de flores geranios / Blancos y el esplendor / De los bares: Paz de los bares”. Cuando el autor caracteriza al mar es capaz de reconocer más de un azul o en blanco esplendor de los bares que representa la simbología del blanco con la paz. De este modo, el yo poético construye su concepción del mundo a partir de los colores en donde los días son cromáticos.

Por lo dicho, con Vox Horrísona el lector asiste a un estallido de lenguajes que nos sitúan ante la vida itinerante de un poeta y su bitácora de vida. Las ilustraciones de sus cuadernos trascienden el marco de lo gráfico para trasladar este aspecto particular de captar el mundo y en él su experiencia en la ciudad. Es así, que el poemario dialoga por todas partes convirtiendo la voz de este poeta en un ensordecedor canto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Luchito siempre vivo